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Antonio Papell

Valls: los frentes están para romperlos

Manuel Valls, español de nacimiento, fue ministro del Interior (mayo de 2012-marzo de 2014) y primer ministro de Francia con Hollande (marzo de 2014 a diciembre de 2016), en una etapa de franco declive de la socialdemocracia francesa, una corriente de pensamiento que, en aquellas inhábiles manos, se demostró incapaz de presentar un proyecto político de salida de la crisis económica y que alcanzó una cota de popularidad tan baja que quedó excluida de la segunda vuelta de las presidenciales francesas de 2017 que dieron el poder a Macron en mayo de 2017. Valls, perteneciente al ala derecha del socialismo (cercano a Blair o a Clinton) se fue del PSF y se aproximó a Macron, y hoy ocupa escaño en la Asamblea francesa mientras flirtea en Cataluña con la política española.

Ciudadanos ha ofrecido a Valls la cabecera de lista para las elecciones municipales al ayuntamiento de Barcelona en las elecciones de mayo de 2019 (anteriormente, Valls había aparecido en público con Societat Civil Catalana); incluso C´s ha previsto ya la "excepción" de que Valls pueda presentarse como candidato sin afiliarse al partido. Y este pasado domingo, se ofreció a liderar una plataforma de partidos constitucionalistas para el ayuntamiento de Barcelona, si bien precisó que "aún es pronto" para concretar si esa propuesta implica al PP y el PSC, además de, lógicamente, a Ciudadanos. Al día siguiente, el PSC se desmarcaba completamente de esta operación: "nosotros tenemos un candidato [a la alcaldía de Barcelona] que es Jaume Collboni y nos parece muy extraño que el candidato de Ciudadanos quiera ser ahora el candidato de una plataforma", dijo el secretario de organización del PSC, Salvador Illa, en referencia a Valls.

El problema de Cataluña, digámoslo pronto, son precisamente las plataformas. Por un cúmulo complejo de razones, que habrán de ser estudiadas en el futuro por los especialistas, una parte notable de la sociedad catalana ha establecido unos vínculos internos identitarios y ha optado por descolgarse del sistema pluralista. El nacionalismo, pretextando una largo memorial de agravios (en estos casos, siempre las partes en conflicto tienen algo de razón), ha pretendido romper unilateralmente el gran pacto fundacional, político y social, y formalizar una escisión, sin ver que la otra mitad de los catalanes no deseaba en absoluto emprender tal aventura y sin tener en cuenta la existencia de sólidas ligazones familiares y sociales que hacen imposible una separación incruenta.

La insidia es tan notoria que lo único que no debe hacer la otra mitad de catalanes que no desea romper con España y que pretende preservar la legalidad democrática que nos hemos dado con extraordinaria legitimidad, fruto de un gran consenso, es crear otra plataforma simétrica, constituir un frente antiseparatista, o unionista, o como quiera llamarse. Los catalanes, además de lucir su identidad como cualquier hijo de vecino, tienen ideologías y las profesan, adhiriéndose o apoyando a los partidos que las lucen. Por ello CiU gobernó con apoyo del PP cuando Pujol necesitó ayuda, y cuando las matemáticas fueron propicias se formó con ERC y con la izquierda no nacionalista el tripartito de la mano de Maragall€

Hay que regresar a este modelo ideológico, de afinidades y diferencias, en que predominen las inclinaciones políticas sobre las características del binomio catalanismo-españolismo, que es absurdo y que sólo sirve para dividir en vez de unir y para paralizar esfuerzos creativos. Cataluña tiene que salir de las confrontaciones, es decir, de los encontronazos entre frentes opuestos, para buscar aproximaciones que alumbren mayorías y ofrezcan alternativas reales. No se necesita, en fin, a un Valls para que una a los constitucionalistas, como tampoco tiene sentido que el reaccionario Puigdemont capitanee a ERC y a la CUP. La salida del callejón sin salida al que el soberanismo ha empujado a Cataluña pasa por la diversidad, por la transversalidad, por la negociación y el pacto. No por las alineaciones rígidas ni por hacer hincapié en lo que desune y separa.

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