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Crónicas precarias

Gracias, injusticia

Quiero dar las gracias de todo corazón a los magistrados de Navarra encargados de juzgar a "La Manada". En serio, muchísimas gracias, vuestra resolución ha sido de gran utilidad para nosotras. Gracias por recordarnos que somos seres de segunda y que las calles no son del todo nuestras, como tampoco lo es la noche. Por exclamar de nuevo que los espacios públicos no nos pertenecen, que nuestra vida es menos digna de ser vivida. Gracias por dejar claro que nuestro cuerpo no es del todo nuestro, que somos desechables y nuestro consentimiento constituye una simple anécdota. Gracias por confesarnos que nuestro dolor es menos doloroso, que importamos muy poco. Gracias por hacernos saber que el sufrimiento femenino sigue destinado a la irrelevancia, que nos movemos en el horizonte de lo diminuto e insignificante, de aquello que apenas existe.

Gracias por dejar claro que esta justicia patriarcal no está aquí para protegernos a nosotras, sino a nuestros agresores; por confirmarnos que no debemos esperar nada de un sistema que nos desprecia y humilla constantemente. Gracias por enseñarnos que, ante un ataque sexual, las mujeres solamente tenemos dos opciones: dejarnos matar o vivir arrastrando en silencio la culpa, el asco y el horror. Para vosotros, la víctima perfecta es un cadáver, un cuerpo mudo e inerte, está bien ser conscientes de ello. Si decides sobrevivir, tu castigo será la sospecha permanente. Si no has elegido morir estrangulada o recibir una paliza, está claro que no hay motivos suficientes para creerte.

Gracias, de verdad, por hacernos hervir de rabia e indignación, pues, al ponernos al límite, nos hemos encontrado arropadas por muchísimas compañeras que sentían la misma angustia, el mismo vértigo en el estómago, el mismo miedo. Gracias por promover que nos reconozcamos en las injusticias, los abusos, las derrotas y los gritos compartidos. Gracias por regalarlos una verdad tremebunda que en ocasiones se nos olvida: nuestras vidas valen menos y son menos dignas de ser vividas. No somos iguales; vosotros lo pensáis, nosotras lo padecemos cada día.

Gracias por explicar que cinco hombres robustos acorralando a una adolescente en estado de shock en un portal y turnándose para penetrarla sucesivamente por distintos orificios no supone violencia ni es algo demasiado grave. Que ahí no había intimidación. No es que les consideréis inocentes, sino que pensáis que sus actos tampoco son tan terribles. Ahí reside la verdadera afrenta, en esa minimización de la atrocidad. Ni siquiera te han puesto una navaja en el cuello, deja de montar dramas.

No queremos más años de condena así porque sí, sino el reconocimiento de la gravedad de la agresión. No exigimos venganza, solamente ansiábamos algo de empatía y respeto. Gracias, en cualquier caso, por vuestra desconfianza: en ese recelo, hemos hallado a un buen montón de hermanas dispuestas a entonar el "yo sí te creo", el "no estás sola, nos tienes a todas". Gracias por hacernos desear con tanta fuerza que arda este mundo que nos condena a perder. Ojalá de sus cenizas podamos construir un lugar más amable en el que existir. Gracias por vuestra falta de empatía, pues en ella hemos encontrado el respaldo de miles de personas que conforman nuestra auténtica manada de libertad.

Pero, sobre todo, gracias por indicarnos el lugar que ocupamos en vuestra sociedad, ahora sabemos exactamente desde dónde hemos de continuar la batalla.

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