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Jose Jaume

Desde el siglo XX

José Jaume

Un partido en descomposición

El PP ha entrado en franco proceso de descomposición. No se circunscribe a Madrid lo que le sucede al que hasta el presente ha sido el gran partido de la derecha española, el que ha nucleado el amplísimo espectro ideológico de las clases medias, una suerte de CEDA (la Confederación Española de Derechas Autónomas de la Segunda República liderada por Gil Robles) mucho más cohesionada y centralizada, mérito de José María Aznar. En el PP, como una suerte de cajón de sastre, ha cabido desde un centro derecha templado y suavemente reformista pasando por una democracia cristiana irredenta y un conservadurismo clásico hasta llegar a la derecha dura, la que nunca ha renunciado a sus raíces franquistas. Es esa amalgama la que le lleva a votar en el Senado en contra de la ilegalización de la Fundación Francisco Franco y, al mismo tiempo, dejar al pairo la prometida reforma radical de la Ley del Aborto. El PP se sostiene porque está en el Gobierno. Mariano Rajoy sabe de largo que si lo abandona el partido implosionará; de ahí que sea capaz de todo, hasta de ceder lo inimaginable al PNV, para seguir en La Moncloa.

Ocurre que la descomposición del PP avanza imparable, no está siendo contenida por los sucesivos parapetos que torpemente se levantan para frenar lo que se atisba irremediable. El PP ya no cubre en solitario el campo fértil de la derecha electoral: ahí está Ciudadanos para disputárselo; lo hace con indudable éxito, producto de las circunstancias, pero también de su pericia. El resultado salta a la vista: en el PP las alarmas están disparadas, vive la situación propia de fin de ciclo, el que siempre va acompañado de una previa desbandada y de los aplazados ajustes de cuentas, que afloran cuando la situación se torna insostenible. Es a lo que estamos asistiendo en Madrid, donde el video de Cifuentes es el episodio que evidencia que en el seno del PP todo vale, que ya nadie se va a parar en barras para o bien morir matando o dejar en la cuneta a los despreciados íntimos enemigos, que no adversarios.

Cuando en un partido, como acontece en el PP, se desencadenan episodios como el de Madrid o los vividos en Valencia, cuando en diversos territorios acaban en los tribunales sus dirigentes regionales, se certifica que la suerte del partido está echada, aunque todavía se desconozca cuáles serán las modalidades del concreto final que le aguarda, el de la liquidación por derribo.

Es peliagudo hallar otro caso semejante al del PP. En Europa no ha habido un partido que emitiendo tanta radiación tóxica haya sido capaz de sobrevivir. Puede que lo único comparable sea el artilugio creado por Berlusconi en Italia, que ha acabado enfeudado al peor de los populismo neofascistas: el de la Liga Norte. En España, el recambio será Ciudadanos, que sigue haciendo juegos malabares para hacer ver que es oposición sin serlo, para ofrecer una imagen de sí mismo que no es la real. Ciudadanos quiere acabar con el PP. Lleva ganado que el PP pone un constante empeño en apiolarse, de suicidarse a lo grande, tal como en su día hizo UCD, que despareció a lo bonzo, incinerado en octubre de 1982.

Acotación muy poco al margen.- El PP balear también participa, sin reservas, de la descomposición que cerca al partido de la derecha hispana. Se acaba de conocer que su antiguo secretario general está a punto de sentarse en el banquillo. La suerte de José María Rodríguez se atisba negra. No es el único; sus actuales dirigentes mejor harán en tentarse la ropa, les aguardan días poco gratos.

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