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Antonio Papell

Final de etapa

Las encuestas sólo son -parece innecesario repetirlo- tentativas de indagar en la evolución de las preferencias colectivas, cuya única aportación real a la realidad es la delimitación de las tendencias dominantes. Y la encuesta del pasado domingo confeccionada por GESOP pata El Periódico no es más que el último peldaño de una larga escalinata por la que va ascendiendo poco a poco la clase política desde lo más profundo de la crisis hacia una normalidad que se parece (políticamente) poco a la que estaba instalada en aquel 2007 de la burbuja y el espejismo, minutos antes de que, en plena euforia, nos despeñáramos todos por el precipicio de la doble recesión.

Dicha encuesta corrobora la nueva organización del sistema representativo en cuatro formaciones predominantes, en vez de dos. Ciudadanos y Podemos consolidan su presencia ya estabilizada en el panorama, por lo que ha de archivarse la presunción que aún mantenían algunos de que los "nuevos partidos" eran efímeros, fruto de una pasajera indisposición del electorado. Y si en un primer momento (en las elecciones generales de 2015 y 2016), PP y PSOE consiguieron mantenerse al frente del ranquin, ahora la situación ha cambiado.

En efecto, en el referido sondeo, el partido que encabeza la clasificación es Ciudadanos, con un respaldo de alrededor del 28% de los votos (100-114 escaños), que estaría entre 7 y 8 puntos por encima del PP (79-82) y del PSOE (75-79) y unos 10 puntos por delante de Unidos-Podemos (55-59).

De semejantes resultados se desprenden dos conclusiones características y muy llamativas: de un lado, la pérdida de la hegemonía del PP en el centro-derecha. El PP es una organización concebida y estructurada para ocupar el poder o al menos, en periodos alternativos, el liderazgo de la oposición, y no está claro que pueda sobrevivir en esta posición claramente secundaria. Por lo demás, la coexistencia en el mismo espacio de PP y C´s es anómala y poco racional ya que existen escasísimas diferencias verdaderamente ideológicas entre ambos partidos (véase la facilidad con que han conseguido el pleno acuerdo presupuestario, por ejemplo); de hecho, las discrepancias son de índole ética y estética, y se concentran en la plausible intransigencia de C´s contra la corrupción y en pro de la transparencia.

La otra conclusión significativa que deriva de la correlación de fuerzas expresada por la encuesta es el descuelgue de la izquierda. En este espacio, Podemos ha fortalecido el ámbito de la izquierda radical que ocupaba Izquierda Unida, aunque sin otorgarle capacidad real de influir en el proceso político, en tanto el espacio del centro-izquierda permanece semivacío, con un PSOE que alcanza con dificultad el 20% de los votos (menos de la mitad del 44% que rozó Zapatero en 2008). Parecería que el electorado culpa al PSOE de la crisis, cuando es evidente que la burbuja inmobiliaria adquirió su velocidad suicida de crucero en tiempos de Rato y que la gran crisis financiera internacional fue el resultado de los abusos de un capitalismo salvaje, a los que era ajena la socialdemocracia.

Lo cierto es que si las elecciones fueran inminentes (y no parece que lo sean, aunque las certezas son cada vez menos abundantes en este país), la formación de gobierno le correspondía al líder de Ciudadanos, quien por añadidura podría elegir al partenaire ya que, con estos datos, tan posible es la fórmula C´s-PP como su alternativa C´s-PSOE.

Esta dualidad, que sugiere una creciente desideologización del escenario y que convierte en el líder más cotizado a Albert Rivera, tiene una indiscutible familiaridad con el modelo que Macron está implantando en Francia, pragmático y pegado al terreno, atento a las reclamaciones de las mayorías, basado en la ortodoxia capitalista pero sin olvidar las exigencias de un estado de bienestar irrenunciable y de un sistema de previsión estabilizador. Nada de todo esto debería suscitar alarma€ si bien está todavía por ver la compatibilidad de estas transformaciones con un desenlace pacífico y sensato del conflicto catalán.

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