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Antonio Papell

Podemos: Errejón en tierra de nadie

Íñigo Errejón y Pablo Iglesias llegaron juntos al frente de Podemos, y la alianza duró en la fase épica de su aterrizaje, pero pronto se vio que no sólo las estrategias sino los posicionamientos ideológicos eran dispares. Errejón llegaba imbuido por el posmarxista Ernesto Laclau, quien postulaba una democracia radical que ha de entenderse como un campo de acción transversal, en tanto Iglesias seguía embelesado por los planteamientos de la izquierda tradicional, todavía marxista y enfrascada en la lucha de clases, encarnados por Julio Anguita, el gran promotor del pacto entre Podemos e Izquierda Unida.

Ya se ha dicho muchas veces que ese pacto a babor redujo extraordinariamente las potencialidades de una formación que llegaba con exigencias pragmáticas que se convirtieron en contrapunto de las propuestas formuladas por los actores tradicionales del bipartidismo. Y ahora Errejón, aspirante teórico a la presidencia de la Comunidad de Madrid, se encuentra sin quererlo al frente de la izquierda tradicional, en tanto el centro izquierda está invadido íntegramente por el personaje más potente de este territorio político, que es Ángel Gabilondo, un peso pesado del espacio político que reivindica el PSOE (aunque no está afiliado al partido) y quien por añadidura podría convertirse en semanas en nuevo presidente si prospera la moción de censura contra Cifuentes (en cualquier caso, la crisis personal de la presidenta popular ha dado gran visibilidad a Gabilondo y lo sitúa en posición favorable ante las elecciones de 2019, aunque el PSOE estatal no haya recuperado el vuelo todavía).

Errejón sabe que, después de Vistalegre II, está en franca minoría en Podemos. Y que en Madrid, el secretario general Ramón Espinar es claramente pablista, al igual que el secretario de organización de la organización estatal, Pablo Echenique. Por ello ha querido adoptar ciertas cautelas a la hora de aceptar el regalo —¿envenenado?— de encabezar la candidatura autonómica, una vez que advirtió que el Consejo Ciudadano Autonómico de Podemos, controlado por Espinar, pretendía imponerle el equipo electoral y los miembros de la lista en una votación distinta.

Errejón es un candidato con posibilidades en Madrid, por lo que puede tensar hasta cierto punto la cuerda. De hecho, tras haber conseguido que se colmaran todas sus demandas — mayoría de afines en su lista, 60% del presupuesto de la Asamblea de Madrid, un comité de campaña propio que goce de autonomía y primarias conjuntas—, exige controlar la marca y, sobre todo, las confluencias con Izquierda Unida, organización que ve con muy malos ojos al candidato Errejón, siempre contrario a la alianza de Podemos con IU. En las últimas horas, el PCE, que es la formación más poderosa de IU en Madrid, está presionando para que la candidatura de confluencia se decida en unas primarias conjuntas. Errejón difícilmente pasará por este trágala.

Pero si las aguas estaban ya caldeadas con todo este forcejeo, ha saltado a los medios que la disidente Carolina Bescansa -que abandonó su secretaría poco antes de Vistalegre II-, descontenta con el acercamiento entre Podemos e IU, habría planeado con Errejón una alianza en la comunidad de Madrid (ella iría de número dos) para dar después el salto a Podemos estatal, intentando desbancar a Iglesias. Errejón se ha desmarcado de la conspiración (sin demasiada credibilidad), Besansa no ha tenido más remedio que eclipsarse, y habrá que ver si la salida a la luz de la maniobra la frustra, o si la batalla interna ya es imparable y el partido tendrá que platearse dirimir este contencioso, que no es en absoluto superficial: en él Podemos se juega el ser o no ser. Es decir, o reducirse al nicho que ha pertenecido a Izquierda Unida o adquirir entidad propia, más centrada y transversal.

El resultado de esta pugna repercute, como es lógico, en la estabilidad estatal, ya que el tándem Errejón-Bescansa tendría interlocución con el PSOE, algo que es impensable en tanto la formación esté en menos de Iglesias y Garzón. Pero tiempo habrá de analizar esta derivada una vez que las formaciones políticas se hayan reorganizado con vistas a las autonómicas y municipales del año que viene.

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