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Antonio Papell

Presupuestos para el halago del elector

Este martes, el gobierno aprobó el proyecto de ley de Presupuestos Generales del Estado 2018, ya negociado con Ciudadanos y con el visto bueno ideológico del PNV. El déficit público será del 2,2% y el crecimiento previsto, del 2,7%. Se espera que los ingresos crezcan un 6%, hasta 210.015 millones de euros, lo que supondría una cifra récord, superior a la de 2007, máximo histórico hasta hoy.

Los Presupuestos Generales del Estado (PGE) son en todas las democracias -en los países de nuestro entorno, sin ir más lejos- algo así como la concreción económica del programa de gobierno de turno para el ejercicio. Pero aquí, en esta ocasión, las cuentas públicas de 2017, que llegan con seis meses de retraso y que todavía habrán de superar graves dificultades para ser aprobadas, son más bien una plasmación de la frágil e inconcreta zona de consenso que mantiene el Gobierno de Rajoy con sus socios ocasionales, con los que ha establecido una relación singular, un tanto paradójica y claramente preelectoral. Porque el proceso de negociación entre el PP y Ciudadanos -una formación que dice estar en la oposición y que actúa en consecuencia„ se ha efectuado con la vista claramente puesta en las elecciones europeas, municipales y autonómicas de 2019, en las que las dos formaciones de centro-derecha se disputarán a cara de perro la primacía en el hemisferio de estribor.

En efecto, estos PGE no cambian las tendencias económicas actuales y sí llevan a cabo un derroche de dádivas sobre grandes colectivos: habrá mejoras para los pensionistas (se beneficiarán 6.730.000 de ellos, a través de diversas medidas: subida del 3% de las pensiones más bajas, exención de IRPF hasta 14.000 euros, subida de la base reguladora de la pensión de viudedad, etc.). Entre las demás medidas fiscales adoptadas figuran deducciones por gastos de guardería (de 1.000 euros anuales), por cónyuge discapacitado (1.200 euros anuales) y por familia numerosa (600 euros anuales adicionales por cada hijo que exceda el número establecido en la bonificación). Además, se sube el sueldo a los funcionarios y se convocan nuevas plazas, por encima de la tasa de reposición; se alargan los permisos de paternidad de cuatro a cinco semanas, se reduce el IVA del cine al 10%. Se mejora la financiación de las comunidades autónomas y se da más autonomía de gasto a los ayuntamientos? La lista es más larga, pero lo que los medios destacan son las medidas más aparatosas, en buena medida urgidas por C's.

El mensaje que se lanza con estas cuentas a los ciudadanos es doblemente erróneo. Por una parte, se afirma sin pudor que, gracias al crecimiento económico, cercano al 3% y generador de empleo, es posible reducir significativamente los impuestos al tiempo que se expande alegremente el gasto: se incrementan las pensiones, se aumentan las becas, se crea un complemento salarial para jóvenes, se avanza en la equiparación salarial de las fuerzas de seguridad -¿para cuándo la de los funcionarios en general?-, se introduce "una devolución fiscal de 1.000 euros al año por cada hijo que esté en una escuela infantil de 0 a 3 años", etc. Ciudadanos ha asegurado que sus exigencias, introducidas en los PGE a cambio de su voto, suman 8.300 millones de euros.

Por otra parte, se sugiere que con los PGE se pueden realizar parcheos pero no modificar las grandes tendencias inadecuadas y corrosivas. España -lo acaba de recordar Antón Costas- es actualmente el país menos igualitario de la UE; en él, las rentas del 20% más rico de la población son siete veces superiores a las del 20% más pobre. Es claro que los pequeños ajustes que se llevan a cabo en el colectivo de pensionistas y trabajadores públicos no van a modificar estas tendencias. Se elevan las pensiones bajas pero ni siquiera se establece un método que asegure el mantenimiento del poder adquisitivo; se detiene una sistemática caída de las retribuciones públicas pero no se divisa en el horizonte reforma alguna de las administraciones, que aún mantienen una obsolescencia inquietante? Se halaga, sencillamente, al elector, pero eso no es ni de lejos hacer política.

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