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La vanidad de prohibir

Lo peligroso no es el contenido de los libros sino la ausencia de capacidad de análisis de su contenido por parte del lector

El 30 de mayo de 1936, cuando aquí estábamos preparándonos para ejercer uno de los deportes favoritos de los celtibéricos, aquello de matarnos los unos a los otros con fruición, en Alemania los miembros de las asociaciones de estudiantes se liaron a quemar libros de ciertos autores, bajo la denominación de Aktion wider den undeutschen Geist, algo así como acto contra el espíritu "desalemanizado". No voy a citar la lista de autores, preñada de autores sobre todo judíos arrojados al fuego, por demás conocida, ni tampoco a que aquella quema de libros acabo, como ya había profetizado por el poeta Heine un siglo antes, quemando personas. Había que quemar a los escritores que turbaban el pensamiento de la Alemania de aquel momento y la forma de hacerlo era la de hacer desaparecer de las universidades las obras de aquellos "descarriados" del pensamiento tenido como el propio de aquella nación.

Está visto que no aprendemos nada. Ahora parece que alguien que deambula por los recovecos de la educación pública, se ha sacado del bolsillo un decálogo tendente también a marcar pensamiento; ya chirria que en ese ámbito educativo se obvie lo obvio, y es que el término decálogo, aún cuando se permite su utilización en ocasiones sin referencia al número, es preferible su uso en esencia cuando el número de normas cifrada es de diez como su propio nombre indica, tiene veintiún puntos, esto es dos decálogos y un poquito.

Ese conjunto de consejos normativos que en éste caso parece estar dirigido como Aktion wider den unfeminismus Geist en las escuelas tiene aspectos sumamente cómicos pero ustedes me permitirán que me centre mayormente en el punto séptimo que transcribo literal "Eliminar libros escritos por autores machistas y misóginos entre las posibles lecturas obligatorias para el alumnado. Dar otra visión de los autores más famosos. Esto no significa más que ser veraz. Puedes exponer cómo hay autores que hicieron mucho en un contexto concreto pero que flaqueaban en su visión de las mujeres. Nos ayudará a tener otra perspectiva de la Historia y sus valores. Añade a tus currículos autores que apoyaron la igualdad y el movimiento feminista. No está de más que podamos incorporar otros contenidos más favorables a la igualdad y la erradicación de conductas sexistas en pleno siglo XXI. Podemos y debemos hacer un esfuerzo por contar ambas caras de la moneda".

No cabe duda que algunos planteamientos de ese desiderátum son compartibles y por demás compartidos por muchos, entre los que me encuentro, pero siento un cierto desasosiego cuando se utiliza el verbo "eliminar" con respecto a los libros, como si en el caso de la expresión encuadernada no valiera la pregonada libertad de ir contando opiniones o historias; y es que esa ansia de hacer desaparecer libros por sus posibles consecuencias, algo así como una nueva versión del viejo librero de la obra de Eco, no hace más que plasmar la desconfianza en el género humano, por ventura no carente de justificación, tiene en sí mismo.

Esclavo de la lectura desde hace no pocos años, puedo mantener que la sola atención prestada a un determinado libro no me ha hecho nunca peor, si acaso mejor, pues nunca he podido abandonar ese inmenso placer de equivocarme por mi mismo, mucho más razonable que el acertar a través de la ideas de otro; así la lectura del Manifiesto comunista de Marx y Engels no me convirtió, en la época de su lectura, en un acérrimo bolchevique, ni el haber leído "Desde la experiencia de pensar" de Heidegger me ha llevado por los caminos del antisemitismo. Y es que lo peligroso no es el contenido de los libros sino la ausencia de capacidad de análisis de su contenido por parte del lector; esa es precisamente la labor del docente, no la de perorar al alumnado las maravillas de su particular forma de ver el mundo que le rodea sino al contrario desarrollar en él la curiosidad suficiente, las ganas, de descubrirlo por sí mismo. Tengo para mí que la diferencia entre el adoctrinamiento y la enseñanza es perfectamente distinguible, la primera trata de aleccionar a los alumnos a pensar de una determinada manera y la segunda intenta que la mente de los discípulos tenga capacidad de propio razonamiento, eso que se designa como saber pensar por uno mismo.

Así pues no nos dejemos resbalar por la pendiente de la insidiosa simplicidad en cuanto a ésta o aquella obra, éste o aquel autor, aún cuando podamos juzgar a ambos con severidad, porque la exageración lleva al ridículo cuando no a la tragedia, y cuando se dice que se deben eliminar a los autores machistas o misóginos y a sus obras, se nos presenta la cuestión de quién puede definir un autor literario como merecedor de esas cualidades, quien tiene capacidad para establecer la categoría de eliminable de un determinado libro; ¿es misógino Merime?, ¿deberemos prohibir su Carmen, tanto en versión literaria como en la operística?, sin duda el hecho de que Don José por puro desamor celoso acuchille a Carmen, es sintomático de una clara tendencia hacia la violencia de género; ¿tendremos que prohibir una próxima representación de Otelo, el moro de Venecia y de paso al autor de la obra original, Don Guillermo?, por su clara misoginia y machismo; o sería más razonable antes que eliminar de una biblioteca escolar una determinada obra el proceder a su análisis razonable y razonado, sin olvidar el contexto de tiempo y circunstancia social en la que se escribió. Prohibir no conduce más que a despertar mayor interés por lo prohibido, en palabras de la novelista peruana Blanca Miosi, no hay nada que incremente más la lujuria que lo prohibido.º

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