Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Joan Riera

¿Qué pasará el día que vengan menos turistas?

Puede amanecer el día que Mallorca aburra a los turistas. O les agobie. Con tanta cama hotelera, tanta oferta de alquiler vacacional y tanto atasco en temporada alta, el hartazgo es una variable que debe evaluarse

Esta es una profecía más exacta que las de Nostradamus, las de los profetas de la Biblia y las de las encuestas: un día descenderá el número de turistas que llegan a Mallorca. La duda es, ¿está preparada la economía de las islas para afrontar uno o varios ejercicios sin récord de pasajeros y con una reducción de las estancias o de los ingresos del sector hostelero?

Tras los balbuceos de la crisis de 2008, los empresarios y hasta los empleados de la hostelería se han acostumbrado a manejar crecimientos de dos dígitos. En las subidas de precios por cada noche de hotel. En los datos de pasajeros de las compañías aéreas. Y hasta en el incremento salarial, que en el conjunto de los tres próximos ejercicios será del 17%. Por supuesto, el beneficio empresarial está acorde con la alegría de los datos.

Sin embargo, hay que estar preparados para lo malo. O lo peor. Llegará inevitablemente por una o por la suma de varias de las siguientes circunstancias:

Un hartazgo de los turistas. Puede amanecer el día que Mallorca les aburra. O les agobie. Con tanta cama hotelera, tanta oferta de alquiler vacacional y tanto atasco en temporada alta, el hartazgo es una variable que debe evaluarse. Si se da esta circunstancia, la culpa será de los políticos, los expertos y los empresarios del sector, que no habrán sabido reinventarse ni detectar hacia dónde se encaminan los gustos de los clientes.

Una subida de los destinos emergentes. Los mayoristas de viajes llevan dos años advirtiendo de que los destinos competidores, azotados por el terrorismo o las guerras, se recuperan. La antigua Yugoslavia vivió una confrontación fratricida. Entonces se dijo, con razón, que las islas tenían un millón de turistas prestados que buscaban playas en las que no estallasen los obuses ni silbasen las balas de los kalashnikov. Ahora los vendedores de viajes alertan de que Turquía, Túnez o Egipto superan la debacle causada por asonadas militares, algaradas civiles y atentados terroristas y arrebatan clientes al archipiélagos con precios bajos. Y sin ecotasa, añaden. De momento, solo hacen cosquillas al destino estrella de sol y playa, pero nunca se sabe.

Un conflicto local. Imagine un atentado como el de las Ramblas de Barcelona. O a unos terroristas desembarcando armados hasta los dientes en la playa de es Trenc, una hipótesis plausible desde el momento en que la planteó Joan Mesquida, exdirector general de la Policía y la Guardia Civil. O que se extendieran las acciones de grupúsculos radicales contra la masificación turística. Dicen que el dinero tiene miedo, el turismo va mucho más allá: siente pánico y rehuye los conflictos.

Una crisis internacional. Los atentados contra las Torres Gemelas o la Guerra del Golfo ocurrieron a miles de kilómetros de la isla. Sin embargo, las consecuencias sobre la actividad turística fueron inmediatas. Otra vez el temor incontrolable e irracional como factor determinante en el negocio turístico.

Una debacle económica. O un simple enfriamiento. Alemania sigue siendo el primer cliente de las islas con casi 3,5 millones de visitantes. Es, además, la locomotora de Europa. Pero nadie puede garantizar que el motor no se gripará. Por otro lado está el factor Brexit. El Reino Unido es el segundo mercado, con 2,3 millones de clientes. Negocia la salida de la Unión Europea y aún no sabemos cuán duro será el adiós ni si se levantarán fronteras aeroportuarias o, las peores, psicológicas. Desconocemos qué impacto tendrá sobre el turismo o sobre el bolsillo de los británicos y sus posibilidades de tomarse unas vacaciones en el extranjero.

¿Alguien pone en duda que alguna de estas circunstancias no nos estallará en la cara? El impacto puede ser leve, moderado o profundo, pero hay que ser conscientes de que un día dejaremos de ser la envidia de España y el destino de miles de trabajadores foráneos que hacen su agosto entre abril y octubre. ¿Trabaja alguien en la Administración, en la Universitat o en las empresas sobre estos escenarios o es mejor vivir la fiesta sin pensar en la resaca?

Compartir el artículo

stats