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La perpetua no lo ha evitado

La prisión permanente revisable, cadena perpetua para los profanos, está hoy vigente pese a los intentos del Gobierno por simular que se dispone a implantarla ex novo. Los asesinatos brutales perpetrados en los tres últimos años se han producido bajo tan extrema legislación. Si los asesinos desconocían la amenaza de una vida entera entre rejas, esta perpetuidad es estéril. Y si eran conocedores de la condena absoluta en el momento de matar a otros seres humanos, la situación empeora para los legisladores. Los paladines de la muerte en vida, que para pensadores como Jean Daniel supera en dureza a la pena capital, no deben exhibir su virilidad indudable sino explicar por qué se siguen cometiendo crímenes abominables con este disuasor infalible. Por ejemplo, un argumento de peso contra la tortura es que no logra los objetivos perseguidos, aunque Trump sostenga lo contrario.

Imaginar siquiera que los asesinatos recientes se han cometido porque se divisaba en lontananza la retirada de la cadena perpetua, engarzaría la truculencia con una sinrazón inimaginable incluso en los partidarios de intensificar indefinidamente los castigos. España ha bajado de 500 a 300 asesinatos al año sin necesidad de cadena perpetua. Con menos de tres millones de habitantes, Chicago alcanza esa cifra en seis meses, pese a la prisión vitalicia y la pena capital vigente hasta hace poco. La inoperancia de la permanente revisable no radica en los endurecimientos de cara a la galería y contra la estadística, sino en que se acentúa el castigo sin una mejora social.

La crónica negra no ha mejorado desde que Rajoy protagonizara un acto presidido con un llamativo letrero de "Prisión Permanente Revisable". A partir de la comprensión y el alivio en lo posible de su dolor, tampoco es aceptable que el padre de Diana Quer avise a PSOE y Podemos de las consecuencias electorales de negarse a los endurecimientos. En ese momento no actúa como víctima sino como político, y no de los más ejemplares. En democracia, no merece morir ni quien no merece vivir.

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