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Marga Vives

Por cuenta propia

Marga Vives

Se acabó el "stand by"

Seguramente no le sorprenderá, pero la señora mayor que guardaba cola delante de mí esta mañana en la caja del colmado ha despellejado hasta las costuras de la cartera en busca de las monedas de un céntimo que por ahí suelen perderse, a ver si le llegaba para la barra de pan, la malla de patatas y el cuarto de kilo de pollo. Hay meses que duran una eternidad. Dudo que encontráramos contables con más pericia para estirar una limosna que, en el mejor de los casos, no irá mucho más allá del salario mínimo. Los setencientos euros y pico son un botín cuando hay quien con poco más de 300 se las apaña y encima tiene que echar una mano a su hijo que está en paro. Dan ganas de preguntarse si a estas alturas todavía existe quien realmente piensa que a partir de una cierta edad la gente ya puede vivir con menos que poco, como si el paso del tiempo nos convirtiera en una maceta. Pues va a ser que no. Me dice esta señora, mientras echa toda la calderilla sobre el mostrador, que el sábado se irá con su pancartita a la Plaza de España a protestar por las pensiones, a ver si se superan las 20.000 personas del 8M, en que también estuvo con la nuera y el nieto. A sus setenta y pico, ella le ha tomado el gusto a no callarse. Y bien que hace. La OCDE avisa de que la reforma de pensiones en España se está retrasando y sugiere que cuanto antes se empiece a hablar de ello, mejor. Según los sindicatos, el empobrecimiento de los pensionistas españoles será uno de los más intensos del Continente (un 30% en 20 años, como consecuencia de la legislación de 2013). Supongo que la acumulación de trabajo autónomo, como eufemismo de la precarización del mercado no ayudará a revertir ese pronóstico.

Este nuevo aire de movilización social le pone luces de neón a muchas cosas que se habían vuelto invisibles para la agenda política. Las "kellys", la masificación turística, la libertad de expresión o la igualdad entre hombres y mujeres son causas que ya han sacado cada vez más gente a la calle y que tienen un aroma de causa universal, de cambio de paso. Probablemente veremos pronto a los estudiantes llamar a la protesta para reivindicar sus horizontes laborales. Es muy posible que también se organicen marchas ciudadanas para reclamar que no se trafique con la vivienda o que el Estado deje de blindar el negocio multimillonario del sector de la energía, del que seguimos siendo consumidores cautivos. Los investigadores tendrían toda la razón del mundo en encabezar una manifestación para pedir que se tome en serio la ciencia en España.

Renace el espíritu del 15M y lo hace después de la crisis porque, como explica la "metáfora del túnel", que acuñó en los 70 el economista Albert Hirschman, conforme salimos de una recesión tendemos a recuperar nuestra sana intolerancia hacia las desigualdades sociales, que quedó atenuada por la gravedad del momento. La recuperación económica tiende a hacer más visibles estas diferencias cuando los coches del carril de al lado avanzan cada vez más rápido y nosotros seguimos parados.

Estos movimientos que ahora vivimos generan una adscripción muy heterogénea y surgen de una visión a largo plazo y del compromiso con las próximas generaciones. No es solo que los jubilados de hoy vivan muy con lo justo y no siempre lo consigan; es que quieren que sus nietos no tengan que pasar por eso. No es solo que las mujeres sientan que tienen que dar el doble o el triple de rodeo para llegar al mismo punto que los hombres; desean que sus hijas, y las hijas de estas avancen en línea recta. No es solo que los estudiantes necesiten comer para vivir el día de mañana; es que se está perdiendo la correa de transmisión profesional entre jóvenes y veteranos y esto tendrá consecuencias en nuestra convivencia, en la economía y en la cultura.

El filósofo y lingüista Noam Chomsky ha dicho hace unos días en una entrevista a El País que "la gente ya no cree en los hechos". Quiere decir que las personas cada vez nos sentimos menos representadas por las instituciones y, en medio de esa desolación, las élites aprovechan para lanzar el mensaje de que "tienes que hacer lo que puedas tú solo". Pero advierte del surgimiento de movimientos populares muy activos que acabarán por impactar en las políticas, se quiera o no. Lo que sucede en los ánimos de una buena parte de la población no es algo que deba quedarse en el imaginario ciudadano. Legislar ya no es solo poner parches, sino que significa crear una malla sólida que defina bien cuáles son los principios de una sociedad. Por eso es necesario que los gobiernos se humanicen y que se remueva esa tendencia a desregular para desproteger a quien necesita más amparo, ahora que ya no estamos en la misma urgencia que hace un par de años. Ha llegado el momento de desalojar el túnel sin excusas ni chantajes ni monedas de cambio.

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