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Las siete esquinas

¿Somos sicilianos?

La famosa frase del "Gatopardo" -"Si queremos que todo siga igual, es necesario que todo cambie"- también la habría podido pronunciar don Tonet de Bearn.

Mallorca es una Sicilia sin mafiosos". La frase se hizo popular hace algunos años y quizá siga siendo actual, aunque no sé si se sigue usando. De hecho, el paisaje siciliano, aunque más árido, tiene muchas cosas que recuerdan Mallorca, salvo que aquí no hay templos griegos ni romanos. Y una ciudad como Palermo parece una Palma de los años 50, decrépita, provinciana, con pocos turistas y cayéndose a pedazos, pero con un paisaje humano muy parecido al de la Palma de entonces, y con calles, como la de l´Argenteria, que tienen una réplica casi exacta en el casco viejo de Palermo y el mismo nombre: Via l´Argenteria. Y cualquiera que haya oído hablar a los sicilianos o a los napolitanos sabrá que los "però" suenan igual de contundentes que los mallorquines.

Si se leen las novelas sicilianas -basta pensar en "El gatopardo" o en algunas de Leonardo Sciascia-, es evidente que las actitudes, la desconfianza, los ominosos pactos de silencio o la veneración incondicional al jefe del clan son equiparables tanto en Sicilia como en Mallorca. Pero en Sicilia hubo una Mafia que aquí no hubo, y ese es un fenómeno que siempre me ha parecido un misterio, ya que el "humus" cultural y social era el mismo en las dos islas, con la misma pobreza, el mismo aislamiento y la misma sensación de vivir en un lugar dejado de la mano de Dios pero que al mismo tiempo se veía como el centro del universo. ¿Por qué no hubo una Mafia en Mallorca que llegara a echar las raíces como lo hizo en Sicilia? Me refiero a una mafia con sus padrinos y sus clanes, con sus "don" y sus "consiglieri", con sus capos Brusca, Calò o Badalamenti. ¿Por qué no la hubo, si las circunstancias sociales eran tan parecidas? Lo repito, un misterio.

Y el misterio crece si pensamos en que las dos novelas que podríamos considerar totémicas de Sicilia y de Mallorca, "El gatopardo" y "Bearn", son novelas que se escribieron por las mismas fechas, hacia 1956, aunque sus autores -Giuseppe Tomasi di Lampedusa y Llorenç Villalonga- no tuvieran ni idea en su día de la existencia del otro. Y aun así, las dos novelas retratan mundos muy parecidos, las dos están situadas en la misma época -la segunda mitad del siglo XIX- y sus dos protagonistas -el príncipe de Salina y don Tonet de Bearn- también tienen mucho que ver, hasta el punto de que podrían compartir el mismo físico, la misma forma de caminar o de santiguarse, incluso el mismo tono de voz si hubiéramos podido oírlos hablar. Incluso la famosa frase del "Gatopardo" que ha pasado a convertirse en una de las mejores definiciones de la filosofía política en todo el mundo -"Si queremos que todo siga igual, es necesario que todo cambie"- la habría podido pronunciar también don Tonet de Bearn, subido al "auto-mobile" que se había inventado y que estuvo a punto de matarlo cuando explotó como una olla exprés en la sala de estar de su casa. Es curioso que la frase famosa sobre la necesidad del cambio para que todo siga igual la pronuncie primero el sobrino rebelde del príncipe de Salina. Pero luego es el viejo príncipe quien la hace suya cuando se da cuenta de que su viejo mundo aristocrático se está viniendo abajo y que de una forma u otra tendrá que aceptar los cambios políticos y sociales que han llegado con los nuevos tiempos. En su caso, la reunificación de Italia y la creación de una monarquía constitucional con sede en Roma.

Me he acordado de todas estas cosas cuando he leído los resultados de las últimas elecciones italianas. Según algunos expertos, Italia es el laboratorio político de Europa porque todo lo que ocurre en el mundo se ensaya primero allí. El fenómeno populista de un Berlusconi que se hizo con el poder gracias a su fama de magnate televisivo y futbolístico se adelantó en veinte años a la aparición de Donald Trump. Y la creación de un partido antisistema como el Movimiento 5 Estrellas, que se fundó con el sutil mensaje político de que todos los políticos tenían que irse a tomar por culo, también se adelantó a la aparición de otros movimientos más o menos antisistema y más o menos opuestos a la política tradicional. Ahora mismo, en Sicilia ha ganado de forma abrumadora el Movimiento 5 Estrellas, que presenta ideas más o menos de izquierda -un salario social, cierta visión ecologista- con ideas claramente de extrema derecha, como el odio contra los inmigrantes y el rechazo frontal a la Unión Europea. En el resto de Italia han ganado la Liga Norte -que es un partido populista de extrema derecha- y Berlusconi -que es Berlusconi, es decir, corrupción, mentiras y poder-, mientras que el centro izquierda se ha desmoronado. El país, de momento, parece ingobernable porque no hay forma de que estas formaciones políticas se pongan de acuerdo. Y uno, al fin y al cabo, se alegra de que haya cosas, a pesar de las similitudes, que todavía nos diferencian mucho de los sicilianos.

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