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Antonio Papell

La difícil remontada del PSOE

El comité federal del PSOE del pasado día 17 en Aranjuez aprobó el nuevo reglamento que desarrolla los estatutos de la formación y que da más poder interno a la Ejecutiva de Pedro Sánchez y a la militancia. La tendencia es la misma que se hizo ya presente en el congreso federal que consolidó la victoria de Sánchez en las anteriores primarias del mes de mayo, en que Sánchez consiguió el 50,21% de los votos frente al 39,94% de Díaz: más de 15.000 sufragios de diferencia. Este fue entonces el análisis de un periódico de ámbito nacional: "los 187.949 militantes socialistas se tomaron la revancha del bochornoso comité federal del 1 de octubre [de 2016] que tumbó al secretario general y de la abstención del PSOE para que Mariano Rajoy volviera a ser presidente del Gobierno. Entonces, quince diputados socialistas rompieron la disciplina de voto para no traicionar la palabra dada, según dijeron. Pedro Sánchez dimitió antes de la votación para no contravenir el mandato del comité federal. Aquel 29 de octubre se convirtió, aún sin saberlo, en el líder de las bases".

Pues bien: al comité federal de Aranjuez faltaron cuatro presidentes autonómicos socialistas, entre ellos la andaluza Susana Díaz y el asturiano Javier Fernández, expresidente de la última gestora, quien ya no lidera la federación asturiana y por lo tanto no es miembro nato del comité, aunque hubiera podido asistir si lo hubiese deseado.

No parece aventurado deducir que ese comité federal, que se celebró con frialdad y que supuso la consolidación de las tesis congresuales que establecen una combinación entre democracia representativa y democracia directa en el funcionamiento interno del partido, ha sido también la prueba de que continúa la crisis interna, al menos en cierta medida. La sensación que se ha trasladado a los medios es la de que todos los actores enfrentados son conscientes de que, de mantenerse la confrontación cara al público, los resultados del PSOE en las elecciones autonómicas y municipales del año que viene serían desastrosos, por lo que no hay más remedio que hacer de tripas corazón, fingir que todo está bien y transigir con la actual conllevancia.

Ahora, para minimizar esta sensación de frialdad y cierre en falso de los viejos disensos así como para "visualizar que la unidad está recompuesta", Pedro Sánchez se ha propuesto juntar en marzo en un mismo acto a sus predecesores Rubalcaba, Zapatero, Almunia y González. Lo lógico sería que, como pedía recientemente Jordi Sevilla, los viejos actores, todavía con gran vitalidad, reconocieran que hay que construir un nuevo PSOE adaptado a las demandas de las nuevas generaciones y dieran un voto de confianza ilimitada al secretario general que ha recogido el testigo de manos de la mayoría. Ya se sabe que el líder de un partido de gobierno no sólo ha de llevarse bien con las bases, que son las personas más sensibilizadas y activas del electorado, pero hoy ya no cabe debatir sobre la necesidad de que las fuerzas políticas recuperen parte del crédito perdido mediante la democracia directa.

De cualquier modo, la remontada del PSOE tendrá que esperar al resultado de este encuentro y a otros gestos de los barones territoriales que mantienen claramente un profundo resquemor todavía contra Sánchez. Por añadidura, la crisis está siendo artificialmente jaleada por una parte del aparato mediático estatal, que no perdona el despecho del líder socialista frente a quienes siempre se creyeron propietarios del progresismo de este país; en tanto duren las campañas frontales, el PSOE tendrá una dificultad suplementaria para levantar el vuelo.

En definitiva, el PSOE ha recompuesto la figura, respaldado por la militancia, pero no se ha reconstruido internamente aún. Algunos barones con mando en plaza no han aceptado la nueva situación, fruto del proceso democrático interno, y una parte significativa de los sectores sociales sobre los que se debería sustentar el partido, tampoco. Así las cosas, va a ser muy difícil que en esta situación el todavía principal partido de la oposición remonte el vuelo, consiga difundir sus mensajes y cristalice al segmento de la opinión pública que por razones intelectuales y de clase constituye su clientela natural.

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