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José Francisco Conrado de Villalonga

Acoso y seducción

Algunas feministas piensan que si un hombre deja el asiento en el metro a una mujer es un insulto al género femenino

En pleno avivamiento, a causa del movimiento "Me Too", del engorroso tema de las relaciones entre hombres y mujeres, -machismo y feminismo incluido-, con el que determinadas actrices de Hollywood se han destrabado ahora, ha aparecido Francisco Granados -el de la Púnica-, exconsejero en la Comunidad de Madrid, situando en la cama a la presidenta, la señora Cifuentes y al expresidente de aquel gobierno, Ignacio González, como si la ubicación o estadía de ambos en el catre, de forma regular o esporádica, importase algo a una ciudadanía afortunadamente madura. Lo que sí importa, de verdad, señor Granados, es el dinero que se ha podido llevar usted, el trinque y la ratería de entrar en la caja del dinero de los ciudadanos. También concierne lo de la "caja "b" de los partidos, el mangoneo y la distorsión del sistema político. Que Cifuentes y González se sedujesen, se metieran el camastro, o no, solamente les incumbe a ellos dos. La delación de Granados, produce cierto rubor pues la vida afectiva de la gente no debería ser noticia ni política ni judicial. Es más, a Granados, debería darle vergüenza haber ido al juez para contarle chismorreos y habiéndolo hecho, habiéndose chivado, se merecería que el magistrado le dispensase un buen escarmiento, una nueva imputación por cotilla, por ejemplo.

Este vodevil madrileño y el movimiento "Me Too" iniciado en EE UU, han sido motivo de conversación y opiniones de lo más diversas sobre la distinción entre acoso y seducción. Por supuesto que el acoso a una mujer es inadmisible, lamentable y en algún caso delictivo, esto no debería ser, siquiera, tema de discusión; el abuso de posición dominante es deleznable y, de la violación solamente se puede decir que es merecedora de un castigo duro y ejemplarizante. Mientras, ha aparecido en Francia otro movimiento que pretende llamar la atención sobre el exceso de estos temas, se sostiene que la exageración puede llegar a extremos no deseables. La actriz Catherine Deneuve, mujer mayor y bella, ha alertado a la opinión pública sobre el movimiento surgido en Hollywood y ha advertido que puede llegar a tener un efecto perverso en las relaciones entre hombres y mujeres. Ella y más de un centenar de actrices y algunas mujeres miembros de la Academia, han firmado una declaración en la que empiezan diciendo y sosteniendo que la violación es un delito rechazable, ¡evidentemente!, pero que la seducción de un hombre hacia una mujer y viceversa de una mujer hacia un hombre forma parte, dichosamente, de la naturaleza humana. Alguien tenía que poner las cosas en su sitio. Las feministas radicales le han montado un "pollo" por su entrometimiento en el tema que ahora ya es cuestión de debate en Francia.

Algunas feministas piensan que el que un hombre ceda el paso a una mujer, le acerque la silla, le deje el asiento en el autobús o en el metro, o le ayude a ponerle el abrigo, debe ser considerado como un insulto al género femenino. Puestos así cabe preguntarse: ¿cuando una mujer intenta seducir a un hombre habrá que denunciarla? Como reacción a los extremos en esta materia se está iniciando, curiosamente, en Madrid un movimiento de mujeres renuentes ante todo esto, hay malestar entre ellas y también se quejan de que cuando pasan por delante de una obra los trabajadores ya no les lanzan piropos castizos. Está claro que Madrid es Madrid.

Los hombres empiezan a estar ya cohibidos. La iniciativa en el juego amatorio parte tanto de los hombres como de las mujeres -hoy más de las mujeres- y, como los límites y los perfiles de este juego son difusos e imprecisos, se puede llegar, por temor, a provocar en los varones inhibición y renuncia al flirteo. ¿Habría que condenar al poeta romano Ovidio (siglo I d. C.) por haber escrito el Ars Amandi, obra en la que ofrece consejos para tener éxito en una conquista amorosa? El enamoramiento y, llegar al emparejamiento, en los humanos es una habilidad que requiere esfuerzo, sensibilidad y, además, una serie de pautas que conduzcan al éxito del proyecto de unión.

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