Los socialdemócratas alemanes están votando para decidir si, como parece probable, avalan la "gran coalición" con la CDU-CSU que han acordado sus dirigentes y que permitiría a Merkel desempeñar un cuarto mandato.
Schulz, que dirigió la pasada campaña electoral previa a las elecciones federales al frente del SPD, había prometido que la alianza entre los dos grandes partidos no se reiteraría, pese a lo cual ha terminado cediendo: la disyuntiva generada por los ambiguos resultados electorales era o gran coalición o nuevas elecciones, y en este caso resultaba previsible que la extrema derecha, que ya había conseguido el 12,6% de los votos y 96 escaños, continuase subiendo.
Habrá que ver qué piensan ahora las bases del SPD, pero lo cierto es que la última encuesta de intención de voto publicada tras acordarse la "gran coalición" y antes de que se conozca el resultado del referéndum interno del SPD es demoledor: la extrema derecha de AfD ya ha superado al SPD y se ha convertido en la segunda fuerza de Alemania. Y es lógico que así sea: si los grandes partidos son en realidad la misma cosa, la disidencia, la disconformidad, la crítica, han de canalizarse a través de actores colaterales. La gran coalición lanza a grandes sectores alemanes hacia la periferia ideológica y el populismo, y es por tanto un flaco favor a la democracia parlamentaria.