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Golpe a las ONG

Lo sucedido con Oxfam es destructivo para el mundo de las organizaciones no gubernamentales, que encauzan la solidaridad privada y mantienen numerosos proyectos en los países en desarrollo que contribuyen a mitigar el sufrimiento de los más desfavorecidos. Por si fuera poco el escándalo de prostitución en Haití y otros lugares, que ha provocado reacciones lógicamente airadas y dimisiones en cadena, ha sido detenido por corrupción económica el presidente guatemalteco de Oxfam Intermon Internacional, una de las ONG más activas, que, además de sus tareas humanitarias, realizaba un constructivo proselitismo en contra de la desigualdad y en favor de la cooperación Norte-Sur.

De este escándalo deberían emanar dos conclusiones: por una parte, el Estado tiene que desempeñar un papel fiscalizador y de control estricto sobre las ONG humanitarias que operen en su ámbito, tanto para proteger a sus ciudadanos bien intencionados de posibles estafas cuanto para beneficiar a las propias ONG, que podrán exhibir dicho control como garantía a la hora de recabar fondos a particulares para mantenerse. Por otra parte, el Estado tiene que controlar estrictamente las subvenciones que concede. No es razonable que una institución que vive en gran medida del erario público haya podido mantener los comportamientos disolutos que se le atribuyen. Quien otorga dinero público sin garantizar su buen fin también delinque.

Es urgente implementar tales medidas porque de otro modo la sociedad dará la espalda a las ONG. Y eso sería una gran tragedia.

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