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Ramón Aguiló

Escrito sin red

Ramón Aguiló

El catalán en diferido

El acuerdo entre el PSIB y Més por el cual dejará de ser requisito indispensable para presentarse a las oposiciones al Ib-Salut el estar en posesión del nivel B2 de catalán, es la respuesta que adopta el ejecutivo de Balears ante la creciente oposición a la medida por parte de buena parte de la opinión pública; y a la anunciada manifestación para el 18 de febrero de la iniciativa Mos Movem liderada por la empresaria menorquina Úrsula Mascaró. Se establece una moratoria de dos años para acreditar el nivel de catalán una vez ganadas las oposiciones; que para médicos y enfermeras será el B1 en vez del B2; para el resto de categorías también se rebaja el nivel exigido. Eso sí, si en el plazo prescrito no se aporta la titulación, no se tendrá opción a los concursos de traslados y al complemento de la carrera profesional. Lo cual es muy discutible desde el punto de vista legal; sin olvidar que puede quedar en nada si se produce un cambio de govern en las próximas elecciones autonómicas. Tanto Ciudadanos como el PP ya han dicho que sólo contemplan el catalán como mérito y no como requisito.

Ante tal muestra de alguna dosis de realismo político, los agentes provocadores del sector mediático y los fundamentalistas sindicales del STEI han puesto el grito en el cielo y se han rasgado las vestiduras ante lo que califican como una traición y una cobardía. Los que utilizan diariamente el castellano para enardecer a los partidarios de eliminarlo de la vida pública en Balears, proclaman desconsolados que, para desgracia, no del catalán, sino de esta tierra, se impone el castellano. La clientela fancatalanista no tiene en cuenta tamaña contradicción porque aquellas en las que está inmersa son nada comparadas con la elevada densidad de sus sueños de impuesta homogeneidad disfrazada de cohesión social; una impostura intelectual que intenta camuflar el totalitarismo de la tribu. Sus catilinarias contra el Govern, propias de los agitadores de masas, se sostienen en el dicterio de que su autocorrección, rehuyendo su responsabilidad, supone el triunfo de la derecha radical. Es decir, si PSIB y Més se corrigen, que no creo que sea por lo que dice Armengol "somos un govern de diálogo, de pacto y de consenso", sino porque buena parte del electorado que hizo posible este gobierno socialista-nacionalista pudiera inclinarse por opciones menos volcadas en el nacionalismo en las próximas elecciones, sería lícito incluir a ese electorado entre la derecha radical; olvidando que, ahora, en Bélgica, Holanda, Alemania, Francia, Austria, Polonia, Hungría, etc., en toda Europa, no existe otra derecha radical que el nacionalismo. Como si la responsabilidad del Govern no fuera ante los ciudadanos que le votan sino ante el ídolo tribal trinitario de la lengua, la sangre y el suelo, ante el cual el govern debería estar postrado y sacrificando en su altar a los réprobos iconoclastas.

Pero de lo que no hay duda es que de la escenificación del PSIB y Més se deduce una incoherencia flagrante de su discurso político. Si los ciudadanos tenemos derecho a la mejor sanidad posible, donde los mejores médicos y enfermeras sean los que cuiden de nuestra salud, sin que el catalán sea un requisito previo, todo lo más un mérito, ¿por qué no tenemos derecho a disponer en la administración de los mejores arquitectos, ingenieros, abogados, licenciados, biólogos, chóferes, administrativos, jardineros, vigilantes forestales y tutti quanti? Por unas razones que nada tienen que ver con la coherencia y la lógica: dar alguna migaja nacionalista para sus votantes y porque otros muchos no ven de la misma manera una política de personal centrada en la exigencia del catalán en el ámbito de la salud que esa misma política aplicada a otros ámbitos, en los que no se cree tan comprometida su seguridad. Lo que parece verse de manera tan clara en la salud, es obviado en el resto de los servicios públicos. Es como si esa ciudadanía estuviera dispuesta a tolerar la incoherencia en la medida en que la percepción de la misma no le representara una grave incomodidad mental. La corrección del Govern apunta claramente al reencuentro con la realidad, con los electores. Pero sólo en la medida en que no le suponga un desencuentro electoral frontal con el voto nacionalista. Como en Cataluña, el nacionalismo seguirá votando a los que así se proclaman, por mucho que culebreen por la maroma. No es la lógica de la razón, es la emoción de la tribu.

La dinámica de la imposición del catalán como requisito en la sanidad y sus diferentes consecuencias en Menorca y Eivissa respecto a Mallorca, en lo que afecta a empleados públicos, tanto en costes y disposición de viviendas como en magnitud de las plantillas y en preferencias de destino de los profesionales, ha permitido arramblar con algunas falsas creencias. Como, por ejemplo, que Menorca era más asimilable a Cataluña que a la propia Mallorca. Lo que se traducía en considerar, en lo que se refiere al catalán, que Menorca era tierra conquistada. De ahí la perplejidad de PSIB y Més, encastillados en sus plazas fuertes de la part forana, prisioneros del tópico de que la resistencia a su imposición de la inmersión lingüística en la educación y del requisito del catalán en la administración proviene de la "derecha españolista", ante el surgimiento de Mos Movem procedente de Menorca. ¿Contribuirá esto a superar ese hacer y deshacer el telar de Penélope, que es la política en Balears, entre presuntos progres y el partido campeón de la corrupción? No creo.

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