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Daniel Capó

Las cuentas de la vida

Daniel Capó

Jamás te librarás de mí

Del poeta persa Farid al Din Attar, que vivió a caballo entre los siglos XII y XIII, se cuenta que era un sufí introvertido, místico y piadoso. Escribió La conferencia de los pájaros, un libro que ha ejercido una influencia enorme sobre el misticismo islámico y, seguramente a través de Al-Ándalus, sobre la poesía castellana e italiana. El vuelo de las aves refleja el alma humana y su necesidad de viajar para volver de nuevo al hogar. Menos conocido entre nosotros es su Libro de las aflicciones, una dramática reflexión sobre el sufrimiento, que recuerda por su intensidad la terrible admonición de Job: cuando la arcilla viva y polvorienta que es el hombre se agrieta y se rompe como consecuencia del dolor, de la injusticia, de la enfermedad o de la tristeza, entonces es legítimo que aquél se levante contra Dios y le exija una explicación. En El libro de las aflicciones, Attar recorre la misma senda: desciende al Infierno, sube a las montañas y llega hasta el Cielo. Sólo encontrará desolación, un mundo roto, reflejo de las ruinas que va dejando el aliento de la Historia a su paso. En uno de los episodios que conforman el extenso poema, aparece Moisés que se dirige al Monte Sinaí para hablar con Dios. A lo largo del camino se encuentra con un santo ermitaño que ha guardado a la perfección todos los mandamientos. Más adelante, el profeta hebreo se topa con un hombre caritativo que ha entregado su vida al servicio de los demás y que ahora duda -ante los sufrimientos que le acechan en la vejez- si obtendrá alguna recompensa. Cerca ya de su destino, un bufón descalzo se presenta a Moisés y le pregunta con desesperación: "No me quedan ya fuerzas para resistir la desgracia. La pena ha devorado mi alma; el día soleado es una noche para mí. Si yo renuncio a Dios, ¿crees que finalmente me dejará en paz?". En la cima del Sinaí, Moisés conocerá la respuesta que tiene que comunicarle: "Dile que, aunque me abandone, jamás se librará de mí".

Job y Attar nos hablan desde un mundo -religioso, cultural- que ya no existe. Al menos en Occidente. Pero sus textos plantean cuestiones que no han perdido vigencia y que nos apelan directamente. Secularizadas, las palabras del Sinaí pueden interpretarse del siguiente modo: aunque quieras dejar de ser hombre, nunca lo lograrás. Tu condición siempre te perseguirá. La civilización y la cultura, las virtudes y los valores, las instituciones y la protección del Estado del bienestar, la democracia y los parlamentos, los credos religiosos y los avances de la ciencia, la belleza del arte y la solidez de las infraestructuras, la Ley y el Orden, toda esa gran construcción social tiene como finalidad protegernos de las servidumbres de nuestra condición humana: la vejez, las enfermedades, la soledad, las guerras, la esclavitud, la pobreza, el hambre, el paso destructor del tiempo, las catástrofes naturales, las drogas, la mentira, las injusticias, el impulso homicida en los genes, los accidentes de tráfico, la muerte... La extensión universal del sufrimiento nos habla también del fracaso de nuestros esfuerzos. De un fracaso relativo, por supuesto.

Cuando el filósofo alemán Leibniz sugirió que vivimos en el mejor de los mundos posibles, seguramente intuyó algo de eso. Los hombres no podemos escapar de la naturaleza, pero sí atenuar -hasta donde sea posible de acuerdo con los conocimientos de cada época- los efectos más adversos de la existencia. Si aplicáramos "un velo de ignorancia" sobre la condición humana y nos preguntáramos realmente en qué época nos habría gustado nacer, muy pocos preferirían no haber nacido en nuestro tiempo y en un país occidental por la esperanza y los estándares de vida, la salud y la prosperidad general, la ausencia relativa de guerras, la baja criminalidad, la facilidad con que viajamos€ Vivimos, realmente, en el mejor de los mundos conocidos. Y, sin embargo, como una losa perdura también una sombra inextinguible: esa maldición que resonó en el Sinaí y que nos recuerda que nunca seremos perfectos, ni dejaremos de ser hombres.

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