Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

"Trumpazo" a Jerusalén

Tras la guerra de 1948 y la creación del Estado de Israel, Jerusalén fue dividida por una "línea verde", quedando el área occidental bajo hegemonía israelí mientras que la zona Este se ha venido considerando la capital de un permanentemente ninguneado Estado palestino que ha recibido el último golpe, "trumpazo", con la decisión por parte del mandatario americano, el pasado 6 de diciembre, de trasladar allí su embajada desde Tel Aviv y reconocer la ciudad, en su conjunto, como capital de Israel.

Un somero repaso histórico proporciona cabal idea del permanente conflicto en la región, fomentado siquiera en parte por la postura norteamericana que, más allá de sus declaraciones y con múltiples intereses en Oriente medio -no hay que olvidar por otra parte la presencia de importantes grupos de presión judíos en EE UU-, provee a Israel de material bélico al igual, por cierto, que también hace España en menor medida. Es patente una vez más que la política se nutre del intercambio de favores y la interesada trivialización frente a terceros de decisiones en las que, como un ensayista afirmara en su día, siempre acaban pagando los más débiles: pobres, inmigrantes o, en el caso que hoy me ocupa, los palestinos.

Entre 1948 y 1950, con la llamada Nakba, más de cuatro millones de ellos cambiaron su condición por la de refugiados, en lo que podría denominarse una limpieza étnica. Tras años de enfrentamientos, en 1967 (la Guerra de los Seis Días) Israel ocupó a más de Gaza, Cisjordania o el Golán, Jerusalén este; invasión de nuevo, la de esta ciudad, rechazada por la ONU y que se orilló en unos Acuerdos de Oslo (1993) - incumplidos- que establecían la retirada de algunas zonas anexionadas. Así se llegó, en la primera década de este siglo, a la llamada II Intifada, con el resultado de miles de víctimas y la construcción por Israel de un muro divisorio con Cisjordania. ¿Quizá el que inspiraría a Trump para el proyectado en la frontera con México?

Sin embargo, sería tendencioso adscribir en exclusiva a su reciente mandato, con evidentes retrocesos democráticos y fomento de la desigualdad social, la vergonzosa postura respecto al cronificado -EE UU mediante- contencioso, toda vez que su país cuenta en su haber con un tradicional alineamiento junto a regímenes dictatoriales, y el que hoy preside allí Netanyahu es sólo otro que sumar a los anteriores apoyos norteamericanos al Chile de Pinochet, la dictadura de Trujillo, el golpe de Estado de Suharto en Indonesia o la guerra de Irak sin consenso de la ONU. En parecida línea, la Asamblea de Naciones Unidas incluía en noviembre de 2012 a la Autoridad Nacional Palestina como representante de un Estado (no miembro) con derecho a una independencia ya reconocida en 1974, pero, ¡faltaría más!, con el voto en contra de EEUU y otros 8 (República Checa, Panamá€), frente a 138 favorables. ¿Reacción israelí? Pues la construcción de nuevos asentamientos en Cisjordania y Jerusalén Este.

Resulta bastante obvio, para cualquier observador, que el triunfo de la ultraderecha en EE UU, capitaneada por Trump, iba a contribuir decisivamente a estrechar los lazos con Netanyahu, al frente de las facciones conservadoras y ultraortodoxas que resultaron ganadoras en las elecciones de 2013 y de lo que se siguieron a mediados de 2014, una vez más y como era de esperar, las revueltas por parte de Hamas en la Franja de Gaza y la reacción israelí: una operación denominada "Margen protector", incluyendo bombardeos aéreos que arrasaron escuelas, hospitales e incluso instalaciones de la ONU hasta un alto el fuego, tras cincuenta días, por mediación egipcia como en anteriores ocasiones.

En semejante contexto, la deseable solución, sin duda de cariz político, ha sido reiteradamente orillada por esa Norteamérica para la que el reconocimiento de un Estado palestino es (noviembre 2012) "desafortunada y contraproducente"; diagnóstico coherente por parte de quienes siguen en el empeño de arrogarse el papel de jueces, en la dinámica mundial, mediante decisiones demasiadas veces unilaterales, desdeñando -escribía Gore Vidal- los tribunales internacionales y haciendo suya, como alguien apuntó en el pasado, la frase del corsario Drake: "No peace beyond the line"; más allá de la línea que ellos establecen en función de sus designios. El advenimiento de este Trump de los "trumpazos", no ha hecho sino subrayar lo anterior: desde la pared con México a la negación del cambio climático en la cumbre de París o el repetido intento de recortar las prestaciones sanitarias que implantó la ley sanitaria de Obama.

En días pasados, el rechazo a la decisión del binomio Netanyahu-Trump sobre Jerusalén, un nuevo despropósito para reavivar la tensión, ha sido compartido con el mundo árabe por la ONU y numerosos países: desde Inglaterra o Alemania a Rusia y China, amén del Papa. Hamas llama a la liberación de la capital y las revueltas ya han causado víctimas mortales mientras Trump, como de costumbre, se arregla el flequillo.

Compartir el artículo

stats