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EL INGENUO SEDUCTOR

Las Reinas Magas

Hoy es día de Reyes. Aunque perfectamente podríamos jugar a convertirlo en día de Reinas y no pasaría absolutamente nada si no fuese porque nuestra sociedad está contaminada por el peor virus que existe en este planeta. El de la intransigencia fanática de aquellos que solo conciben un modelo de existencia, de familia, de pensamiento, de cultura: el suyo. Todo aquello que se distancie unos centímetros de sus tozudos parámetros es vulnerable de ser convertido en pecado, vergüenza y, si pudieran, delito. Son esa parte de la sociedad que, desde la más miserable de las mezquindades, utiliza la infancia como escudo humano para avanzar en su fervor fanático. Son aquellos que bloquean la inocencia, la imaginativa libertad de los niños, su envidiable capacidad de adaptación, para poner obstáculos a la convivencia, el respeto y la diversidad. Son, realmente, individuos y asociaciones tan perversos que solo pensar que son víctimas de una enfermedad mental podría justificar semejante concentración de rabia.

Supongo que saben que estoy escribiendo sobre la polémica que generó, esta semana, el hecho de que en la cabalgata de Reyes de Madrid se decidiese sacar tres roles femeninos, en una carroza, simulando Reinas Magas. Confieso que cuando apareció la noticia simplemente aproveché para recordar a los periodistas que redactaban la noticia que La Prohibida, una artista con algunas de las mejores canciones pop de la última década, no es una drag queen. Es una cantante, una showoman. También es travesti, cierto, pero cuando determinados titulares focalizan la atención del lector en palabras como drag queen, simplificando en ese concepto toda una trayectoria, no es porque quieran ayudar a la democratización del concepto. Lamentablemente, y más en estos tiempos, cuando un medio de comunicación titula "una drag queen en la cabalgata de Reyes Magos de Vallecas" lo que pretende es generar una polémica a raíz de una noticia que carece de ella. Busca la pelea, el linchamiento, convertir un hecho festivo en una provocación, en una amenaza. Despertar a los fanáticos de su letargo y azuzarlos contra algo o alguien. Y me sorprendió encontrar titulares de ese tipo en medios de comunicación aparentemente de izquierdas. Supongo que en la era de la valoración a golpe de click, la ética periodística se somete a los principios y valores económicos de la rentabilidad. Triste.

Hablé con La Prohibida en la noche del miércoles. Para ser sincero, nos intercambiamos varias notas de voz. Estaba sorprendida ante la polémica, al igual que yo, y le expuse estos mismos argumentos que escribo ahora aquí.

Los Reyes Magos son personajes de ficción. Son representaciones y como tales son vulnerables a cualquier tipo de interpretación y reinterpretación. Algunas más acertadas que otras pero lo que no son, seguro, es un patrimonio inalterable de la Humanidad. Y los niños, aquellos seres a los que hay que proteger de una Reina Maga, leen a Harry Potter y ven tan normal que un oso hable y que un hada vuele. En la cabalgata suele aparecer Bob Esponja y la Patrulla Canina, que no son contemporáneos de los Magos de Oriente. Un niño es capaz de entender la magia por encima de los prejuicios del adulto. Pero es entonces cuando la vieja guardia saca su palabra clave: tradición. Creen que con esa palabra se desactiva cualquier idea, cualquier cambio. Ni siquiera se plantean que se trata de una simple carroza, que no es una propuesta de ley para desterrar la fiesta de Reyes del calendario. Porque a ellos lo que les interesa es prender hogueras. Cuantos más fuegos se aviven más difícil será apagar el incendio. Y si entre las llamas arde la alcaldesa Carmena, objetivo conseguido. Lo que estos defensores del acervo ignoran es que las únicas tradiciones que han sobrevivido son aquellas que han sabido adaptarse a los tiempos.

Pero lo que más me ofendió fue cuando, en medio del rentable jaleo mediático -a veces pienso que se escriben periódicos para calentar las tertulias televisivas-, apareció una Liga Española Pro Derechos Humanos (es razonable pensar que el nombre le viene muy grande y afirmar que es un insulto a esas asociaciones que se juegan la vida en nombre de los Derechos Humanos) y solicitó al juzgado que adoptase medidas cautelares contra esa carroza porque "podría perjudicar a los niños en su ilusión". Supongo que la Liga se pasó por todos los pueblos y cada uno de los barrios de las ciudades de España verificando la autenticidad de los Reyes Magos, no sea que Baltasar no fuera negro y llevase la cara tiznada o que Gaspar hablase con acento argentino. Me gustaría saber dónde demonios estaba esa supuesta Liga, defensora de la ilusión infantil, cada vez que un banco desahuciaba a una familia con niños, cada vez que se destapaba un caso de abuso a menores en la Iglesia o cada vez que una familia española no podía calentar a sus hijos por culpa de la maldita pobreza energética. Ni estaba ni se la esperaba. Porque son los brazos armados del fanatismo, de la intransigencia, del revanchismo, la miseria que solo se levanta del sofá si puede juzgar y perseguir a quienes, por fortuna, no vemos el mundo en blanco y negro.

De nosotros depende impedir que este planeta se convierta en tinieblas. Porque dejar que los fanáticos y los intransigentes dicten las pautas de convivencia de nuestra sociedad es algo que nunca les podremos explicar a nuestros hijos. Lo de los Reyes Magos, sí.

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