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Figuraciones mías

El corazón masculino

Durante muchos años leí la revista ¡Hola! y seguí con cierta fidelidad los programas televisivos del corazón. No hubo varón que no me lo recriminara: no sólo aquellos de mi entorno que leían a Juan Benet y no tenían televisor en casa para prevenir un posible contagio de vulgaridad, sino también algunos que, sin haber leído nada más que Platero y yo (obligados), hacían valer su superioridad moral e intelectual solo porque desconocían con quién andaba de novia la anciana duquesa de Alba. Yo no sólo sabía quién era él y en qué lugar se enamoró de ella, sino que era capaz de recitar los nombres de los cinco vástagos de la casa de Alba y de sus respectivas parejas. Por alguna razón, a los hombres esa afición mía por la crónica social no les parecía simpática o, simplemente, superficial, sino que sentían una suerte de vergüenza ajena: "Parece mentira que a una mujer como tú le pueda gustar esta porquería", me decían, como si yo fuera Simone de Beauvoir.

Siempre me mosqueó este desprecio de los hombres, que juzgaban repugnante la afición de muchas mujeres por los ires y venires de personas relevantes en eso que llaman "sociedad". Viví durante años en la oscuridad, pensando que el varón no estaba sometido al embrutecimiento de la banalidad, pues su único vicio conocido era comentar el partido los lunes, en la oficina.

Pero todo cambió la semana pasada cuando, no sé por qué, me quedé clavada ante el televisor al acabar las noticias. Habitualmente, cuando oigo las palabras "Deportes" o "Jugones" cambio de canal; mi cadena de huesecillos del oído se conecta con mi dedo índice a una velocidad supersónica. Esta vez, sin embargo, me invadió una pereza infinita y me quedé mirando la sección de deportes de no recuerdo qué cadena.

Comenzó el programa con imágenes bastante crudas de la pelea entre hinchas de distintas aficiones en Argentina, lo que dio al presentador la ocasión de hilar la información con la siguiente noticia, la visita de unos aficionados rusos a San Sebastián que amenazaban con organizar una ciclogénesis explosiva en aguas de La Concha. En fin, nada que no haya sucedido antes entre Karmele y Mariñas o entre Mila Ximénez y Rosa Benito. A continuación, le tocó el turno a la previa del Balón de Oro, cuya entrega se desarrolla con el mismo glamour que el Baile de la Rosa monegasco. Las imágenes mostraban a Cristiano Ronaldo posando como un modelo y revelaban una primicia: el aspecto de las botas conmemorativas de su quinto Balón de Oro, un horrible modelo dorado que en nada desentona con su estilo habitual. Me recordó a la expectación que suscita el vestido de Paula Echevarria en cada gala de los Goya.

La cuarta noticia tenía que ver con la médico del Spartak de Moscú; el presentador saboreaba la palabra -"médico"- para dejar traslucir cierta sorna. Comprendí ese retintín cuando la responsable de la salud de los jugadores del Spartak apareció en pantalla: una joven de muy buen ver, en bikini, mostrando su cuerpo en estudiadas poses. ´La sensual doctora´ había prohibido a los integrantes del equipo mantener relaciones sexuales en los dos o tres días anteriores a un partido importante. El sexo sobrevolaba toda la información: el bikini, la melena mojada, las puntitas estiradas de los pies. Nada que no haya visto en los posados veraniegos de Ana Obregón o, sin necesidad de remontarnos tan lejos, de Alba Carrillo o Cristina Pedroche.

A estas alturas de programa, yo ya estaba subyugada: ¡Me habían tenido engañada! ¡En los Deportes no se hablaba de deportes! Mi hijo me preguntó no sé qué, "Calla", le dije, "Estoy mirando los deportes". Apareció entonces un extracto de una entrevista a Leo Messi ¿hablando de técnica futbolística? ¿de los misterios del pase atrás? No, Leo Messi hablaba de sus hijos y de lo diferentes que son entre ellos, lo mismo, lo mismito que suelen contar Chantal Miller o Margarita Vargas en sus maravillosas entrevistas en el papel couché.

Acabó la sorprendente sección de Deportes con unas imágenes del entrenador de no sé qué equipo de fútbol que había prometido ofrecer una rueda de prensa vestido de El Zorro si resultaban ganadores, lo que me recordó las crónicas de Halloween en las que Heidi Klum se disfraza de Lady Godiva o de Betty Boop. Y entonces, cuando ya estaba totalmente entregada, cuando esperaba con fruición la siguiente noticia, el conductor dio por concluida la sección de corazón masculino, que no de otro modo debe nombrarse. Mi próximo reto es atender a la sección de El Tiempo; quién sabe qué sorpresas me tendrá reservadas.

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