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El 'procés', en malas manos

Era muy difícil de entender (y lo sigue siendo, desde luego) que partidos con raigambre y tradición democráticas se confabularan con la CUP, que es una formación ácrata y antisistema, para conseguir nada menos que la independencia de Cataluña. ¿Cómo pensaban distribuirse el poder, en caso de éxito, los partidarios de la democracia occidental y los nostálgicos de Stalin o de Enver Hoxa?

Pero más inquietante aún es que el soberanismo, dispuesto al parecer a practicar ahora la movilización política en la calle, se haya sumado a una "huelga general" que no solo es política, algo poco concebible en los regímenes homologables con el nuestro, sino que ha sido convocada por una sedicente organización sindical dirigida por un sujeto condenado en firme por el horrendo asesinato terrorista de los Bultó. Se puede y se debe entender (con el debido estupor) que un individuo de esta calaña salga de la cárcel una vez cumplida la condena, pero es inconcebible que sus conciudadanos le otorguen algún día el papel de líder social.

Quizá muchos catalanes que, de buena fe, se han dejado embarcar en este viaje al despeñadero deberán reconsiderar su actitud. No en relación a la independencia o no de Cataluña, que esta es una cuestión controvertible, sino con respecto a los liderazgos a los que se adhieren. Porque la moderna Cataluña no puede alinearse con la patología ideológica de la CUP, que organiza ágiles Comités de Defensa de la República para desarrollar sus algaradas, ni con asociaciones supuestamente sindicales dirigidas por desalmados convictos y confesos.

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