Hablando con la directora de este medio, comentamos la escasa presencia de las mujeres en la esfera pública. Por un lado, por qué es tan difícil que las mujeres decidan dedicarse al mundo de la política. Y por otro, la poca visibilidad de las mujeres en ámbitos públicos (prensa, tertulias, debates, etc.). Las mujeres debemos participar en todos esos ámbitos públicos, políticos, económicos y sociales.

Hemos tenido las puertas cerradas durante demasiado tiempo, estamos formadas y preparadas para ser lo que queramos ser, pero debemos creérnoslo nosotras primero y después reclamar el espacio que nos merecemos. La errónea exigencia social de que nuestro rol primordial y único debe ser el de la familia ya está caduca, algunas mujeres estamos reivindicándonos, exigiendo nuestro espacio en igualdad de condiciones, pero cuesta, cuesta tanto?

Básicamente las mujeres nos enfrentamos a tres tipos de obstáculos a la hora de ser partícipes de la vida pública. Por un lado, las barreras estructurales creadas por leyes, instituciones, organizaciones que siguen limitando las opciones de las mujeres. Por otro lado, las mujeres tenemos menor probabilidad de tener contactos y recursos necesarios para convertirnos en líderes eficaces. Siguen presentes las dificultades y la creencia de que las mujeres debemos llevar solas la responsabilidad de nuestros hogares, cuando lo óptimo, lo equitativo, es compartir esa responsabilidad y así poder compatibilizar nuestra vida privada y la vida pública en igualdad de condiciones.

Desde el espacio político se construye, se debate, se transforma el proyecto de Estado y si en éste no participamos activamente las mujeres, consecuentemente no estaremos contempladas en el proyecto, seguiremos siendo invisibles. Que las mujeres participemos de la vida política querrá decir que formamos parte de la sociedad, elegimos y somos elegibles, estamos presentes en los grupos de deliberación, en la toma de decisiones. Debemos tener la oportunidad, el deber y el derecho al acceso a los cargos públicos.

En el área económica ha quedado demostrado que una mayor participación de las mujeres contribuye al desarrollo económico de un país. Según un informe de ONU-Mujeres, cuando el número de mujeres ocupadas aumenta, las economías crecen. En todo el mundo, la participación de las mujeres en el mercado laboral es de un 47,1% cuándo la de los hombres es del 72.2%; las mujeres ganamos menos que los hombres por igual trabajo. Por tanto, persiste la brecha salarial; la dificultad de ascender en las organizaciones empresariales, el famoso techo de cristal; falta de apoyo a la maternidad, que hay que entender como un valor aportado por las mujeres a la sociedad, no como una penalización; y la carencia de medidas de conciliación para personas que trabajan en las organizaciones, para hombres y mujeres por igual. Las mujeres tenemos habilidades innatas y capacidades que aportan un valor añadido a las organizaciones: trabajo en equipo, adaptabilidad a los cambios, capacidad de llegar a acuerdos, productividad e implicación. Además somos prudentes, adversas al riesgo, con tendencia a invertir de forma más necesaria.

A pesar de que ha habido profundos cambios en el modo de vida y en el modo de participación de las mujeres en la sociedad, la representación pública en los medios de comunicación sigue siendo diferenciada. En la mayoría de los casos no es intencionada sino fruto de la rutina, de los estereotipos tan interiorizados que influyen en la concepción de género. Frecuentemente las mujeres son invisibilizadas o silenciadas, no sólo tienen menor presencia sino que a veces no se les da voz a pesar de estar presentes, o la tienen desde menor prestigio y poder. Los medios de comunicación siguen destacando de las mujeres aspectos personales como su forma de vestir, su aspecto físico, su rol en la familia, consecuentemente son menos importantes que los hombres. Además, se destaca una aportación hecha por una mujer resaltando el hecho de ser mujer y no por sus méritos o logros, lo que al final muestra una desvalorización implícita. Ya no entro a valorar, por obvio, el uso de las mujeres como reclamo tanto en publicidad como en determinados programas de entretenimiento, que no favorece en nada para combatir la asimetría existente entre ambos géneros, ni mucho menos para favorecer que las mujeres acepten ser más partícipes y estar más presentes en los medios de comunicación.

Y en toda esta reflexión, necesitamos de aliados, necesitamos la complicidad y cooperación de los hombres. A lo largo de la historia los hombres han llevado el peso de las revoluciones, y las mujeres hemos estado ahí, ahora necesitamos invertir esa posición, nosotras lideramos y ellos deben estar a nuestro lado, apoyándonos y respetándonos, en igualdad de condiciones y en igualdad de presencia. Una sociedad sólo podrá ser igualitaria si las mujeres también estamos presentes como actoras principales en igualdad de condiciones que los hombres.

Por tanto, sigue habiendo una brecha de género entre las personas que nos dedicamos a la esfera pública. Los méritos no son suficientes para romper barreras y estereotipos existentes todavía hoy. El mérito y la capacidad no entienden de género, sino de la valía personal de cada uno de nosotros. No queremos estar por cuotas, a pesar de que en algunas situaciones son necesarias, sino por nuestra valía, por el conjunto de conocimientos, habilidades y capacidades que tenemos y por las aportaciones que hacemos al conjunto de la sociedad. Y no tengan ninguna duda, las tenemos. Ahora debemos creérnoslo nosotras mismas.

*Regidora del PP en el ayuntamiento de Son Servera y presidenta de la comisión de Igualdad del PP regional