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El ingenuo seductor

"Desafío independentista", tercera temporada

¿Sabía usted que la Fiscalía Anticorrupción ha pedido la imputación del expresidente de la Comunidad de Madrid, y exministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, por malversación de caudales públicos, prevaricación y falsedad documental en la operación Lezo? ¿Sabía que el PP se ha fundido el Fondo de Reserva de la Seguridad Social? ¿Entiende lo que significa que las campañas de Convergencia Democrática de Cataluña se hayan podido financiar, irregularmente, con la fortuna que la familia Pujol tenía en Andorra? ¿Sabía que las retribuciones de los trabajadores están bajando desde hace un año y medio mientras el PIB crece por encima de 3%? ¿Sabía que el informe final de la Gurtel deja claro que el PP se benefició de la actividad delictiva? ¿Sabe que el cantante ruso Zelimkhan Bakaev ha sido torturado y asesinado en un campo de concentración antigay en Chechenia mientras toda la comunidad internacional mira para otro lado? ¿Qué sabe usted sobre el glifosato, el herbicida que el Parlamento Europeo ha prohibido? Posiblemente nada. O muy poco. Y eso es porque desde hace un mes solo se habla del independentismo catalán y el unionismo patriótico.

Se escapa a mi entendimiento que las redes no estén ardiendo con cualquiera de los temas que he enunciado en el párrafo anterior y, sin embargo, estemos siguiendo el juego del enfrentamiento, de esta burla política y fanática que, ante unos ejercicios de desvergüenza y manipulación antológicos, ha llegado a situarse al borde del abismo y, curiosamente, a desinteresarme.

Suele repetirse el caso, de que la tercera temporada de una serie sea la menos valorada porque el efecto novedad ha desaparecido, las tramas se abandonan, cuando no se enquistan, se buscan giros nuevos y la historia, que un día nos sedujo, comienza a hacer aguas. La serie "Desafío independentista" ("The independence challenge") lleva tanto tiempo estancada que los guionistas están empujando la trama hacia un cliffhanger que nos mantenga atentos a próximas temporadas. Pero esto ya no hay quien lo salve. Nos aburre. Mucho. Porque le hemos visto el cartón. Porque no nos creemos a los protagonistas y no hay un solo personaje con el que podamos empatizar. Porque las tramas son un insulto a la inteligencia del espectador. Porque la campaña de marketing es invasora y apenas deja oxígeno a cualquier otro asunto. Porque "Desafío independentista" es un despropósito.

No me gustaría que alguien hiciese una lectura ingenua y parcial de esta columna y mi hastío. En la hemeroteca se puede leer la evolución de mi pensamiento desde hace tres años hasta hoy. Asumo y participo de la envergadura que un tema como ese tiene de cara al futuro, porque con seguridad sentará (o debería) las bases de un nuevo modelo de Estado, pero me niego a seguir prestándole oídos a la obstinación. Están sucediendo otras cosas, en el mundo y, desde luego, en nuestro país, que deberían, no ya activar a la clase política, que lleva mucho tiempo paralizada (¿recuerdan todo lo que Podemos iba a hacer por los españoles?), sino movilizar a toda la población. España -y eso incluye a Catalunya- tiene, exactamente, los mismos problemas que tenía hace cinco años, cuando la indignación y la movilización social respondía al lema "Rodea el Congreso". No se ha solucionado ni uno. Ni siquiera apaciguado. Porque ahora, los partidos que debían cambiar España solo le hablan a los independentistas. La mayoría no es que esté silenciada; es que está ignorada, desfallecida de aburrimiento.

¿Lo que sucede en Catalunya es actualidad? Sí. ¿Es una actualidad incitada, estirada como un chicle? Sí. ¿Tenemos que seguir cediéndole espacio a ese asunto con el consiguiente demérito del resto? No. Y sé bien que ese tema es adictivo, que capta y absorbe, que secuestra la razón en el mismo instante en el que la sustituye por pasión, pero alguien debería ponerle fin a esta anemia. Y escribo esto en lugar de aprovechar la columna para tratar cualquiera de los temas que enunciaba al comienzo. He consumido mi ventana semanal hablando del asunto de marras para denunciar que solo se habla del asunto de marras. Así es como, sin pretenderlo, nos sometemos a un secuestro intelectual voluntario. Cuando se convierte la actualidad en una ofensa particular. Cuando sientes que el desprecio no es a una manera de hacer política, a un modelo de Estado, a la corrupción o al abuso, sino a ti mismo, a lo que eres y a lo que, para otros, representas. Esa ha sido la estrategia desde el primer momento. Veo TVE y TV3, o sea, que sé de lo que escribo.

Hace tiempo que empezamos a estar hartos. Hoy podemos afirmar que ya lo estamos. Tan hartos que nos importa un bledo como acaben la temporada y la serie. Y esta falta de interés no la salva ni la primera temporada de "Help Catalonia".

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