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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

El presidente Tàpies

El Gobierno de España y el Govern de Cataluña se reúnen bajo la cruz de Tàpies, que preside sus decisiones. El pintor catalán es el único artista español acreditado por el canon de Robert Hughes entre Miró y Barceló. Sus cuadros se convierten ahora en el último nexo de unión entre Rajoy y Puigdemont. El apego del creador a la erosión de los materiales de sus obras también coincide con el deterioro del frentismo. El bando del artículo 155 anda a la greña antes de aplicarlo, un preludio de las trifulcas durante su desarrollo, mientras la fiscal de la Audiencia Nacional confirma que el PP tenía una caja b tan chapucera como su Generalitat en b. Desde la orilla independentista, el president en libertad vigilada se debate entre los extremismos de la CUP y de los okupas de Madrid.

El Tápies que preside el Govern mide 18 metros cuadrados y se titula Les quatre cròniques. El Gobierno está presidido por una obra más manejable, pero las cruces son las mismas. Le pregunté al artista por su insistencia cruciforme, y la desligó de la religión pero al mismo tiempo se proclamaba un continuador plástico del misticismo castellano. Si se acepta la impronta artística, es entonces San Juan de la Cruz quien nos ha metido en este lío. El pintor falleció cuando comenzaba la efervescencia independentista. No militaba en la ruptura, pero cuesta imaginarlo en la defensa racial del 155.

Puigdemont y Rajoy, citados por el orden de importancia que se les adjudica en Madrid, no dan la impresión de detenerse en la contemplación pictórica. Sin embargo, tampoco serán tan irreconciliables si comparten las cruces informales sobre sus cabezas. Estuve una hora a solas con Jordi Pujol bajo la inmensa tabla de Les quatre cròniques, encargada por el entonces president. De inmediato se percibía el influjo pacificador de la obra espaciosa, que al creador de Convergència le tenía sin cuidado. Tàpies declaraba diplomático que "Cataluña ha tenido un peso enorme en la construcción de España". Esta fórmula, sintética como su pintura, sería el mejor punto de partida para la solución, pero pinta mal.

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