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Ramón Aguiló

Escrito sin red

Ramón Aguiló

Una realidad paralela

Si hace una semana me permití comparar el procés independentista con el delirio surrealista de los hermanos Marx en Sopa de ganso, después de lo acontecido con el hilarante intercambio epistolar entre Puigdemont y Rajoy, tengo que reafirmarme en lo dicho, extendiendo la comparación a lo más descacharrante de Una noche en la ópera, el contrato de las partes contratantes. Discrepo de los que califican la realidad catalana y española como kafkiana. Lo kafkiano nada tiene que ver con el delirio surrealista, sino con algo radicalmente distinto: el extrañamiento del hombre frente a la sociedad burguesa, el nacionalismo y el poder del Estado, la despersonalización que anticipa el totalitarismo fascista y comunista que asolará el siglo XX. El único elemento común radica en la condición judía de Franz Kafka y los hermanos Marx.

La prisión provisional para Jordi Sánchez y Jordi Cuixart, presidentes de la Assemblea Nacional Catalana y Òmnium Cultural, respectivamente, acordada por la jueza Carmen Lamela por el delito de sedición, supuestamente cometido en la jornada del 20 de setiembre, al pretender, dirigiendo una manifestación tumultuaria, impedir que se cumpliera por la Guardia Civil una orden judicial de registro de la conselleria de Economia i Hisenda del govern de la Generalitat, ha reavivado el conflicto en las calles de las ciudades catalanas. Es un elemento más del conjunto de engaños con el que los dirigentes independentistas han fabricado una realidad paralela en la que vive, exultante y desasosegada a la vez, una parte importante, aunque no mayoritaria, de ciudadanos catalanes, permanentemente movilizados. Esta realidad (porque realidad es aunque esté basada en una pura fantasía), consiste en que Cataluña es una nación milenaria cuyas libertades fueron abolidas por Castilla en una guerra de secesión en 1714, por España en 1934, y que ahora, a la tercera, va la vencida; que su riqueza es expoliada por una España menesterosa y atrasada; que la independencia no supone la salida de Europa porque Europa no puede prescindir de Cataluña; que la independencia va a suponer mejores pensiones, menos paro, mejor sanidad; que en contra de lo que dicen los malvados unionistas, los bancos y las empresas no sólo no se van a ir de Cataluña, sino que se van a dar de bofetadas por hacer negocio en una nación con una industria tan poderosa; que, como decía Pujols, la independencia va a salir gratis, como en Eslovenia.

La realidad por la que se mueve el resto del mundo es que la guerra de 1714 fue una guerra de sucesión a la corona española en la que los catalanes estuvieron divididos y cambiaron sus alianzas; que el despegue económico catalán comienza después de 1714; que en 1934 la República española encarceló a Companys por su golpe de Estado proclamando el Estat catalá dentro de la República Federal española, el que en 1936 se alió con la CNT, el que firmó centenares de sentencias de muerte y cuya deslealtad con el gobierno republicano en plena Guerra Civil fue denunciada por el presidente Manuel Azaña; que la UE ha repetido por activa y pasiva que una Cataluña independiente estaría fuera de Europa; que han salido ya de Cataluña dos grandes bancos, más de 700 empresas punteras, algunas de las cuales habían proclamado su adhesión al independentismo; se prevé un importante descenso del PIB catalán, que afectará también al crecimiento del PIB español; que la independencia no se consigue gratis, sino que se paga con guerra y muertos, incluso en Eslovenia; que en un país democrático y descentralizado como España no hay presos políticos, que, por definición, son presos de conciencia, sino, en todo caso políticos presos por haber vulnerado las leyes, y por decisión de los jueces y no de Rajoy, al que seguro que el auto de la jueza incomoda extraordinariamente. Que los únicos apoyos internacionales son Julian Assange y Nicolás Maduro.

El último mantra del govern catalán es el diálogo. Pero no es el diálogo de cómo volver a la legalidad, sino de cómo se consolida el golpe de Estado y se llega a una independencia acordada, es decir cómo debemos renunciar los demás a nuestra condición de ciudadanos, que no nos la otorga nadie sino la ley. A esta renuncia nos quieren obligar esos facciosos que, según Borrell, son un comité revolucionario que va en coche oficial. Desde columnistas como Puigverd, que, en La Vanguardia afirma que "hay que reconocer y negociar las razones del adversario" y que "el conflicto catalán se dirimirá en la calle", lo cual puede ser interpretado de muchas maneras, alguna tremenda; hasta los políticos de Balears, de Podemos y Més, que afirman que "el único delito que han cometido (los Jordis) ha sido ponerse al lado del pueblo" ( sic). El presidente de la OCB, proclama la represión del Estado y "el atentado contra nuestros derechos", como si entre ellos figurara el derecho a la sedición contra las leyes democráticas y la Constitución. Diputados de Podemos, Més y PSIB salieron del Parlament a las 12 del martes para protagonizar un minuto de silencio en solidaridad con aquéllos. Los del PSIB, empezando por Armengol, se lo tienen que hacer mirar; después de la deserción de Pedro Sánchez del pelotón de los insensatos, ya sólo les queda Iceta como vínculo con el PSOE. Es de suponer que también demandarán con Més un referéndum concertado con el Estado en 2030 para proclamar la República de Mallorca. ¡Y pensar que con gobernantes lúcidos y con coraje podríamos habernos ahorrado este sinvivir!

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