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Joaquín Rábago

Competencia fiscal a la baja de EEUU podría resultar desastrosa para el mundo

Donald Trump llegó a la Casa Blanca a base de promesas demagógicas de ayudar al ciudadano medio de ese país, pero está cada vez más claro que su principal beneficiario será su empresariado.

Su plan inmediato es rebajar hasta un 20 por ciento el impuesto de sociedades, que es actualmente de un 35 por ciento en EEUU, superior, sin embargo, al que pagan las empresas en otros países industrializados.

Si se añaden los impuestos locales, la carga fiscal puede llegar allí teóricamente hasta un 38,9 por ciento según la OCDE, pero en la práctica está en torno a un 29 por ciento ya que, allí igual que en otros sitios, las empresas aprovechan todo tipo de lagunas legales.

De convertirse en realidad el plan fiscal de Trump, las empresas estadounidenses pagarían menos que las de otros países industrializados, lo que provocaría sin duda una desastrosa espiral internacional a la baja, según Oxfam.

El Reino Unido figura actualmente en el grupo de países que menos gravan a las empresas: un 19 por ciento, que el Gobierno tory quiere incluso rebajar para hacer el país más atractivo para el capital exterior.

Según Didier Jacob, de Oxfam, hay países en vías de desarrollo como Nigeria cuyo fisco pierde en desgravaciones fiscales hasta el doble del dinero que dedican a educación.

Resulta paradójico, aunque habría que decir que es consecuente con el sistema imperante, que cuanto más necesitarían determinados países un sistema fiscal justo, más facilidades dan a ricos y empresas para eludir impuestos.

Una competencia fiscal a la baja entre países como la que puede impulsar Estados Unidos no haría sino acelerar esa tendencia con la consecuencia de que cada vez más ciudadanos se verán obligados a abandonar sus países para engrosar el ejército de inmigrantes ilegales.

Pero los damnificados no serían sólo los ciudadanos de ls países pobres, sino también los del llamado mundo rico, ya que los Gobiernos dispondrían de menos dinero para financiar los gastos sociales, es decir el Estado de bienestar.

Sólo en los últimos diez años, el impuesto medio de sociedades ha bajado en el mundo de un 27,5 a un 23 por ciento y los ingresos fiscales derivados de los beneficios empresariales han pasado entre el año 2007 y el 2014 de un 3,6 por ciento del PIB a sólo un 2,8 por ciento en los países de la OCDE.

Pero , como señala el semanario alemán Die Zeit, el plan de Trump para las empresas va más allá de una simple rebaja fiscal ya que quiere que EEUU adopte las prácticas de otros países.

Actualmente una multinacional estadounidense que tiene una filial en Irlanda paga en este país el impuesto de sociedades del 12,5 por ciento, pero si quiere repatriar una parte o todo el dinero, tendrá que pagar en casa la diferencia hasta el 35 por ciento ahora vigente.

Por el contrario, explica Die Zeit, si se trata de la filial de una empresa suiza, ésta puede llevar a la Confederación Helvética sus ganancias tras haber abonado lo que debe al fisco irlandés sin verse sometida a gravámenes ulteriores en Suiza. Y esto es lo que quiere hacer también ahora Trump .

Actualmente, las multinacionales estadounidenses tienen en cuentas extranjeras en torno a los 2.5 billones de dólares y la sustitución de un sistema de renta mundial por otro territorial más benévolo con el capital permitiría a las empresas norteamericanas repatriar sus beneficios y repartirlos entres sus accionistas.

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