Con un 100% escrutado y un total de 1 voto a favor, 0 en contra y ninguno nulo ni en blanco, queda declarada la República Independiente de mi casa.

A partir de aquí, ya he dado la orden de dejar de pagar la comunidad, que siempre he tenido la sensación de que me estaban robando, porque yo vivo en la planta baja y no utilizo el ascensor y no ensucio casi nada además. Por lo tanto, que lo paguen los españoles que se quedan en mi edificio. Es su problema.

Yo trabajo en la administración pública del Estado Español, y pienso seguir haciéndolo - por supuesto que sí- que una cosa es ser independentista y otra muy diferente ser tonto. ¡Que la pela es la pela! Y uno tiene que seguir pagando sus caprichos, eso sí, ahora ya sin IVA, que ese impuesto capitalista ya no me afecta.

Igualmente, mantendré mi tarjeta ciudadana, que para moverse de un sitio a otro nunca está de más y evidentemente, ni hablar de perder el descuento de residente, que viajar entre islas o a la península es carísimo. No es que quiera nada de fuera de mi casa, de hecho, hacer turismo es el terrorismo del siglo XXI, pero bueno, que si algún día quiero ir a ver el fútbol o a comer a algún restaurante con estrella Michelín, no quiero que me salga por un ojo de la cara.

La sanidad pública española es lo peor, llevo años quejándome. Listas de espera, mal servicio, no hay quién aparque y además, solo me atienden en castellano; es lamentable. Aún así, mi tarjeta sanitaria no me la quita nadie, que es mía y nunca se sabe.

Por las dudas: mi nacionalidad española es innegociable, que también tendré la de mi casa, claro que sí, pero es importante tener las dos, que si quiero jugar algún día con la selección española de petanca, no quiero perder la oportunidad. Y si se me paga bien por los servicios prestados al país, durante el himno miraré al cielo, me pondré la mano en el pecho y tras cada buena partida, besaré el escudo. Pero que conste que ni soy español ni quiero serlo.

Cuando cumpla los 67 años, quiero mi jubilación íntegra, que llevo un par de años pagando mi IVA, mi IRPF, mi seguridad social y hasta la ecotasa, por lo que se me debe lo mío y eso es irrenunciable. Es una vergüenza que alguien se esté planteando no pagármelo.

Mis hijos irán a la escoleta del barrio, que la directora es muy amiga de mi madre y, aunque sea española, es muy buena mujer. Después irán a mi colegio de toda la vida, concertado; un gran colegio. Pero pagaré lo mismo que todos, obviamente, que no por no ser español de pura cepa se me tiene que discriminar económicamente.

Y ¿os acordáis de esas dos multas de tráfico y de ese dinerillo que debo a Hacienda? Pues de todo eso nos podemos ir olvidando. Que ahora ya no dependo del Estado y lo va a pagar todo la tía Rita.

Así es y será mi vida en la República Independiente de mi casa. Pueden visitarla cuando quieran, pero aviso: queda terminantemente prohibido quedarse. ¡Que aquí mando yo!

* Regidor del PP en el Ayuntamiento de Palma