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La pertenencia

Algunos lectores y televidentes me han mostrado su desagrado por el hecho de haber asegurado en público que no soy partidario de las banderas, de los himnos ni de los símbolos patrióticos puesto que creo que, lejos de aglutinar, dividen a los ciudadanos. En realidad, hacen lo que el nacionalismo romántico que padecemos: excluyen sistemáticamente, y a veces con rigor extremo, a quienes piensan distinto, a quienes no quieren formar parte de la muchedumbr homogénea que se escuda tras la misma enseña, a quien está celoso de su identidad y su privacidad y no quiere compartir con los de alrededor sus filias ni sus fobias.

Los partidarios de tales exhibiciones -como la de ayer, Fiesta Nacional española„ aseguran que fortalecen el sentimiento de pertenencia. Y yo lamento, una vez más, disentir de semejante simpleza: el hecho de llevar la misma bandera no significa nada, salvo alguna afición irracional imposible de explicar. Lo importante de la afinidad entre los hombres es el hecho de compartir valores, creencias y libertades.

El concepto de patriotismo constitucional, tan manoseado últimamente, sirve sin embargo para explicar lo que quiere decirse: lo importante de "ser" español (o francés, o sueco) no es lucir el mismo escudo sino compartir amigablemente el mismo proyecto. Y convivir en paz con quien prefiere un proyecto distinto.

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