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Autorregulación académica

La falsedad y la mentira históricas han sido instrumentos de los soberanistas para llevar a cabo sus campañas de fanatización de la juventud catalana, de extensión de un odio irracional a lo español. Y aunque la Constitución española protege explícitamente la libertad de cátedra (art. 20.1c), como es natural y plausible, no hay ni puede haber norma alguna que ampare la intoxicación intelectual, la mendacidad programada para fines espurios, la utilización del conocimiento con objetivos claramente manipuladores.

El remedio a esta tergiversación sistemática no es difícil de arbitrar: habría que crear una comisión universitaria, vinculada a la ANECA y cuyos miembros deberían ser elegidos directamente por el Consejo de Rectores (CRUE), que asegurara la calidad científica de los programas lectivos y de los textos dedicados a la docencia. Y que impidiera la utilización en la escuela de los actuales manuales de simple adoctrinamiento.

Nada tendría que ver esta institución con la censura: cada cual es dueño de ser, si quiere, un radical. Pero no podemos tolerar que se ponga a nuestra juventud a cargo de extremistas que introducen cuñas en la convivencia.

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