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Dilemas hasta en la sopa

Estaba el otro día, muy temprano, en plena caminata, cuando se me aproximaron dos jóvenes. Dudé entre prestarles atención o hacerme el sueco como quien dice (nuevo dilema), pero me parecieron pacíficos, bienintencionados y, por lo demás, no suelo llevar la billetera cuando voy en chándal, así que me detuve. "¿Qué sitio nos aconsejarías para dormir esta noche? ¿Ahí en la playa o quizá mejor en el césped, bajo la catedral?".

Me los quedé mirando y, a los pocos segundos, un dubitativo "A ver: dejadme pensar€", que se alargó mientras empezábamos a sopesar pros y contras. ¡Como si no bastara con las inevitables elecciones a que nos emplaza la cotidianidad para, recién amanecida la jornada, hierba o arena! ¡Empezamos bien! Llevaba en el tintero -y así hasta quién sabe cuándo- el rampante soberanismo catalán, qué libro elegir de ser confinado en una isla o, en este momento, si no sería mejor dejar estas líneas e irme al cine, para encima verme impelido a afrontar, recién salido el sol, un nuevo brete.

Como alguien sugirió, el problema es que no siempre existen un número impar de posibles soluciones. Y qué decir si los pares aparecen en inseparable compañía. Por poner el ejemplo de Puigdemont más Rajoy, y si "Rapuig" o "Puiraj" son ensamblajes imposibles, añadamos, para una mayor confusión, al PSOE y Podemos. Con doble pareja es difícil apostar y, de haber sólo dos opciones, ojala una de ellas fuese detestable para decantarnos sin vacilación por la segunda aunque, de no ser así€ Sobre la arena quizá notéis una excesiva humedad, con el añadido de que tal vez se os pueda meter entre la ropa, pero en el césped hay otros inconvenientes: la policía podría echaros. Y están los aspersores por la mañana€

¿Qué haría yo? Difícil tesitura y, a estas alturas, ¡menos mal que ya no vivo en Barcelona, donde Ada Colau anda también presa del dilema! Cabrá decir, en su defensa y la mía (por motivos obvios no pondré el énfasis en la afirmación de que una inteligencia de primera es aquella capaz de albergar dos ideas contrarias), que la incertidumbre, de no llevarse al extremo, puede ser actitud adecuada para una mejor reflexión. Tal vez tuviera razón quien afirmó aquello de que lo más seguro es que depende, dejando las convicciones por patrimonio del fanatismo, así que ahora mismo no sabría qué deciros; lo oportuno sería listar ventajas y perjuicios para cada alternativa y, por no pecar de cicatero en las posibilidades que se os abren, deberíais asimismo considerar los cajeros, cualquier vestíbulo o un quicio amplio, dado que nada os apremia antes del oscurecer y en vuestro caso -tal vez entre Madrid y Barcelona podría aplicarse el mismo cuento- la elección no supondrá, contradiciendo a Isahiah Berlin, una pérdida irreparable por aquello de que hay más días que longanizas (o butifarras, para no ser acusado de parcialidad).

Los hay que nunca escogen por miedo a arrepentirse -lo que conduce a la parálisis- y otros, acuciados por una necesidad imperiosa que sólo está en su imaginación, se precipitan innecesariamente, arrostrando consecuencias que habrían sido de todo punto evitables. ¡Qué nervios, verdad? "Indepes" o Guardia Civil, césped o arena y amanecer seguramente mojados en ambos casos. Sentémonos, que es lo que se echa en falta muchas veces. Decidirse por una de las opciones y llevarla a término contra viento y marea es lo que aconsejaba Séneca con aquel su "encuentra un camino y hazlo". Pero de poder evitar el viento y la marea, ¿por qué no tomar esa tercera vía en consideración? Aunque haya que recorrer otros vericuetos para llegar al sendero. Ciertamente y en palabras de la Zambrano, al elegir también uno mismo se va eligiendo, pero la provisionalidad puede servir de amparo hasta mejorar en el conocimiento. Y es que de algo ha de servir la experiencia.

¡Y menos mal que se trata de un dilema éste, playa o hierba, que a diferencia de otros puede formularse con claridad! Porque hay preguntas para las que no existen palabras que nos lleguen a todos por igual. Imaginad que me hubieseis planteado lo mismo en un idioma para mí desconocido u, otra hipótesis, algo tan abstruso que no fuera capaz de discernir, con lo que la única salida sería irme por los cerros de Úbeda o aparentar sordera, en línea con tantos otros que sólo atienden a las preguntas que se ven capaces de contestar.

A fuer de sincero, es lo que me ha venido sucediendo con la pugna entre el Estado y los soberanistas; más que dilema, madeja de ellos al punto de causar agujetas que sospecho van a continuar, sin que quepa el recurso de mirar hacia otro lado frente a semejante algarabía sin visos de solución a corto plazo.

Pero hoy no iba -por lo menos no sólo- de soberanismo frente a Constitución y, puesto a dosificar el estrés ante tanto dilema, creo que sería más relajante centrarse en la elección del libro para abstraerme en una isla no precisamente desierta. ¡Ah!: y tras dar por concluidas el día de autos las digresiones con ellos, tendría que intentar localizarlos de nuevo para averiguar siquiera la solución del dilema que era objeto de esta columna: donde diablos decidieron dormir y si acaso se equivocaron. Suele ocurrir, y no sólo por lo que hace al mejor lugar donde tumbarse. Pero "Rapuig," o "Puiraj", es que ni enterarse.

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