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Jose Jaume

Desde el siglo XX

José Jaume

Rajoy viene a Palma para no estar en Cataluña

¿Qué hace hoy Mariano Rajoy en Palma? ¿A qué viene viviendo las Españas una de las mayores crisis políticas e institucionales de su reciente historia? Si el presidente del Gobierno tuviera alguna hechura del estadista, lo que no es y jamás será, se plantaba en Barcelona para negociar con todos. Si Rajoy hubiera adquirido la condición de estadista, el colosal incendio catalán no se habría producido, al menos no en las proporciones en las que lo está haciendo. Rajoy en Palma posibilitará que cacareen los líderes regionales de su partido, lanzará algunas impostadas advertencias a los independentistas sobre la prevalencia del Estado de Derecho y nada más. En sus visitas a provincias es lo que acostumbra a exhibir. En Mallorca, una tierra a la que desprecia porque fiscalmente la maltrata, no se saltará la norma. Palabras, solo palabras; promesas solo promesas que no serán cumplidas.

Es una gratuita ofensa a todos los españoles que el presidente del Gobierno esté hoy en Palma, que no se instale en Barcelona, que es, sin duda, lo que hubieran hecho sus antecesores en el cargo. Mariano Rajoy, de largo el peor presidente (Leopoldo Calvo Sotelo no computa) que ha producido el régimen constitucional del 78, sitúa a éste a un tris de naufragar, entre otras razones por la contumaz inacción de Rajoy Brey. Un estadista, al que insistentemente se reclama en tiempos tan inciertos como los que vivimos, no habría permitido que la situación se desbordara hasta el extremo de anegarlo casi todo. Rajoy ha dispuesto de cinco años para poner algunos diques de contención, para encauzar la riada que empezó a crecer descontrolada cuando por un torpe y culposo tacticismo posibilitó que el PP utilizara Cataluña, el estatut aprobado allí en referéndum, para obtener votos en España. Aquella operación reportó réditos a la derecha; hoy no cabe duda de que el precio ha sido carísimo, excesivo, porque el desguace institucional lo tenemos muy cerca.

Lo que pueda hacerse en el futuro sin duda requerirá de la decisiva participación de la derecha. El PP es parte de la solución. Sin él nada podrá llevarse a cabo, pero no será el PP de Mariano Rajoy. Este hombre no puede ser parte de la misma. Es un juguete roto, al igual que los aprendices de brujo Puigdemont y Junqueras, entre otros políticos catalanes de muy baja estofa. Pero es en Mariano Rajoy en quien hay que centrar el foco, es él quien bloquea la salida. El actual presidente del Gobierno, dechado de desidia, ha envenenado el secular problema catalán, ha logrado que entre en uno de sus periódicos accesos febriles que acaban por destrozar el andamiaje institucional vigente en el momento que hace acto de presencia. Nos las vemos con uno de ellos y al frente del Ejecutivo está alguien que ha mentido reiteradamente; lo hizo con la crisis, cuando prometió que no habría rescate y que el financiero no sería abonado por los españoles. Una devaluación de caballo del poder adquisitivo de la mayoría. Un mínimo de 40.000 millones de euros volatilizados. Irrecuperables. Volvió a mentir al negar las vetas de corrupción que cuartean el PP. Y ahora, a la mentira, une la desidia, la inacción, al pretender que lo de Cataluña sea resuelto por los jueces mientras dedica palabras huecas, solo palabras a los españoles, como las carentes de contenido del miércoles, después de que una torpe intervención judicial precipitase los acontecimientos.

En octubre de 1934 Lluís Companys proclamó " el Estat català dins de la República federal espanyola". Aquello acabó de mala manera. En Madrid había un Gobierno incompetente. En octubre de 2017 Carles Puigdemont, un iluminado irredento, se ha envuelto en la bandera catalana. En Madrid vuelve a haber un Gobierno cuyo presidente desconoce qué es ser un estadista.

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