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José Carlos Llop

Surrealismo puro

Cuando todo esto acabe y acabe lo menos mal posible para todos, pasará el tiempo y tengo la sospecha de que una sola cosa quedará para la Historia. Perdón, para la historia con minúscula ya que en esta época lo más interesante es la intrahistoria o la microhistoria, como deseen. En este apartado y en medio de la febril sicalipsis catalana quedará -o eso deseo- la exhumación del cadáver del catalán Salvador Dalí como síntoma, precisamente, de una época. De una época zombi acompañada de desenterramientos de cadáveres, esa moda que nos entronca con el Romanticismo más macabro (también los nacionalismos nacieron del Romanticismo).

Los norteamericanos -lo aprendí de un médico judío neoyorquino- tienen un dicho: "Ha elegido usted muy bien a sus padres". Eso te lo dicen si tus padres han sido longevos y sanos, como gracias a Dios es mi caso. Pero no quiere decir que la libre elección de padres sea un derecho como la libre elección de sexo ahora. Los hay que creen que sí. Este sentimiento procede del mismo fragmento cerebral que la voluntad de acceder a un título nobiliario o descender de familia de prosapia, pero en una línea más cutre porque si aquello está relacionado con la vanidad y pompa, esto lo está, exclusivamente, con el dinero.

Hay una señora en Catalunya o Cataluña que decidió que era hija ilegítima de Salvador Dalí y así lo denunció en el juzgado correspondiente. Supongo que su madre debió de tener alguna relación con el pintor, pero la juez debería haber sabido que el pintor de El gran masturbador -uno de los cuadros por los que los surrealistas de André Breton lo aceptaron en sus filas adorándolo- era un voyeur. Como lo era César González-Ruano. Vamos, que Salvador Dalí miraba y miraba y no se cansaba de mirar -su mujer Gala fue su mayor cómplice- pero no la metía (y ustedes disculpen: no consumaba). Es tan conocida su impotencia como su afición a dirigir y contemplar orgías en Port Lligat o en París. No sólo eso. Es sabido también que Lorca se enamoró de él en los años treinta -Lorca era enamoradizo- y existen unas fotografías de Dalí muy delgado y muy moreno, semidesnudo -verano en Cadaqués-, donde el poeta granadino, de traje y corbata, lo abraza por detrás. Son amorosamente inequívocas esas fotos, pero cuando le preguntaron a Dalí, éste contestó: "No le cupo". O sea que tampoco. Eso lo debería de saber un juez o por lo menos aprenderlo, creo, mientras fuera realizando el expediente para después cerrarlo y rechazar una denuncia de este tipo. Y todo esto se hubiera ahorrado el cadáver del pobre Dalí (otro dicho sensato y muy popular es "paz a los muertos" y parece que ha caducado).

Pero estábamos entre la febril sicalipsis y la exhumación daliniana con resultado negativo cuando me sorprendió ver que en la lápida funeraria de Dalí aparecía como marqués de Dalí, cuando yo creía que el rey lo había nombrado marqués de Púbol. Se ve que la memoria -o la foto- falla más de lo previsto. Pero también es verdad que la memoria no se ve reforzada por el ambiente. Los marqueses catalanes contemporáneos -todos ellos nombrados por el rey Juan Carlos I- no figuran nunca como tales porque la Catalunya nacionalista no los acepta como tales. Ni al marqués de Púbol o Dalí, ni al marqués de Tàpies, ni al marqués de Tarradellas. Nunca al referirse a cualquiera de ellos se recuerda su marquesado. Al revés, se les silencia incluso a ellos, por tenerlo. Deben considerar esos títulos una muestra de colaboracionismo españolista. Ya saben: todo lo que no es como quieren, es españolista sin más, que es algo así como decir leproso en tiempos de Ben-Hur. Maniqueísmo se le llamaba a eso; también sectarismo. Ahora han vuelto el término patriotismo y el término traición que siempre van cargados de dinamita y vilezas varias, disfrazadas, eso sí, de nobleza y buenos sentimientos. Qué poco aprendemos.

Pero lo más prodigioso es que el juez en cuestión ha hecho con Salvador Dalí lo que los cristianos con El Cid ante las huestes de Ben Yusuf. Esta exhumación ha sido el último acto surrealista -probablemente el más surrealista de todos- de Dalí. Pasearse por ahí años después de muerto. Él, que fue expulsado del grupo por Breton, ha regresado de las tinieblas de la muerte para reivindicar su esterilidad, uno de los actos que consideraba más surrealistas: la no procreación en vida. Avida Dollars no va a dejar ni un chavo a los que le han sacado de la tumba.

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