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Norberto Alcover

En aquel tiempo

Norberto Alcover

Letras para Antonio, obispo

Vaya por Dios, querido Antonio, qué satisfacción me ha embargado la vida desde que conociera la elección de Francisco en tu persona para ser "buen pastor" de la Iglesia como obispo de la misma. A tus jóvenes, pero no tan jóvenes, 45 años, comienzas a ostentar una responsabilidad que, desde la perspectiva de la fe cristiana y católica, te cambiará los aprioris anteriores porque te pondrá ante la realidad universal/local con una radicalidad imposible de evitar. Entiéndelo como quieras, pero es así, aunque solamente el tiempo y el ejercicio de tu consagración episcopal te llevarán a comprender la complejidad del nuevo momento que te ha echado encima el señor por medio de Francisco. No es una especie de amenaza, por favor, antes bien la aportación menuda de ese "criterio de realidad" tan ignaciano, que bien sé conoces perfectamente. Desde la realidad, todo, como el señor Jesús. Desde los fantasmas, nada de nada, como el mismo Jesucristo. Una realidad transida de sueños, como vienes haciendo desde que eres sacerdote, hace pocos y hace muchos años, depende de la visión que se tenga del trascurrir de la vida, siempre "pendiente de Dios". Depende.

De todas tus manifestaciones, pero muy especialmente de la entrevista en Canal 4 hace días, me quedo con tu intensa y extensa repetición de la palabra "confianza", del verbo "servir" y de una referencia profunda a la "esperanza". Si no confías, a dónde vas, un hombre frágil como todos los hombres. Se trata de salir de ti, para poner tu entera misión en manos de quien te ha elegido, por devoto y tradicional que parezca. Lo que significa que necesitarás la plegaria de tu comunidad barcelonesa una y otra vez, en definitiva siempre. Todos necesitamos de todos, aunque una época tan individualista como la nuestra lo niegue. Ese "todismo" que nos domina también nos hace polvo porque nos enquista todavía más en nuestra propia y recortada ambición. De vez en cuando, es una sencilla sugerencia, acércate por Mallorca para rezar juntos. Sin más. Para que crezcas en confianza percibida. Te esperamos.

¿Cómo un jesuita no va a recoger tu "pasión por servir"? Querido Antonio, cánsate solamente por servir y servir hasta la extenuación, porque los santos se han limitado a ser "carne de servicio", cada uno a su manera, casi contradictoria, pero pegaditos al servicio con absoluta disponibilidad? si bien mantén la cara ante las tentaciones de "emplearte tan a fondo" que "te desguaces por completo". Si te sucede esto, no lo dudes, es una cuestión de enfermiza confianza. Quien confía de verdad en Dios, deja hacer a él con una cierta ironía sobre la capacidad propia. Servir es delegar, además. El laicado está ahí, esperando que echemos mano del mismo, rompiendo con tantísima reticencia como nos reconcome. Si confías, servirás desde una tremenda mesura, aunque acabes cada día agotado. Rezaré por ello. Más no puedo.

Y esperanza, mi querido Antonio. Me consta que eres un "servidor confiado" pero además esperanzado desde tus raíces antropológicas. Menuda palabreja. Ambicionamos todo (otra cosa será la calidad de nuestra ambición) pero esperamos muy poco? porque carecemos de tiempo, sí, tiempo, para pasar desde las ambiciones a una fundada esperanza en que llegarán las que puedan llegar y nada más. Sé un hombre de ambiciones evangélicas y deja que Dios te marque el camino de las que valen la pena y todas las otras. Ya lo sabes, los sacerdotes sembramos el mundo de esperanzas y muchas veces nos la regateamos a nosotros mismos. Espera a pesar de todo, o mejor, con todo y cada una de las cosas que la vida ponga en tu camino. Todo para servir, y deja la selección de los resultados en manos de los demás y de nuestro Dios.

Tenía elegidas desde el comienzo las palabras para cerrar estas palabras que he escrito desde el corazón. En el vídeo elaborado por Comunicación Bisbat, excelente, dice tu madre al preguntarle sobre lo que desea para ti: "Que sea feliz con lo que hace". Es imposible encontrar unas palabras más bellas y certeras. Ojalá tu ministerio episcopal te inunde de felicidad cotidiana, condición para que derrames felicidad sobre los demás. Sin amor no se comunica amor. Sin felicidad personal es imposible entregarla a los demás. Aquí, querido Antonio, tienes mucha gente que te quiere: echa mano de nosotros.

En fin, decía Arrupe: "ser para los demás". Pues eso, de tal manera déjate poseer por Dios que a la vez, no en dos fases sino en una, te dejes poseer por la gente. Esto es ser "contemplativo en la acción".

Siempre tuyo.

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