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Pilar Garcés

El desliz

Pilar Garcés

Educando en barracones

Que una Comunidad riquísima que aún no ha cerrado una temporada turística de éxito empiece el curso académico con 16 aulas prefabricadas más que el año pasado en los colegios públicos solo puede catalogarse de frustrante. No es lo que se espera de un gobierno progresista

Tras el verano de los récords (de visitantes, de atascos, de lugares vedados a los indígenas, de aterrizajes en Son Sant Joan, de ganancias de los empresarios, de coches de alquiler rodando por la isla, de consumo de agua, electricidad y etcétera), empieza el curso escolar con otro récord: el de barracones adosados a los colegios. A los colegios públicos, cabe aclarar, por si algún alma cándida todavía cree que el Govern balear progresista tiene entre sus fijaciones la de conseguir una educación universal puntera por estos pagos. Serán 122 aulas prefabricadas en todo el archipiélago, 85 en Mallorca, lo que supone un incremento de 16 respecto al año pasado, para cobijar el récord de niños. Miren cómo está la cosa, que la conselleria del ramo ha autorizado a incrementar las ratios en Primaria y se plantea construir un colegio enterito de módulos en Palma si encuentra un solar donde plantarlo. No digo yo que sea imposible, aunque el año lectivo empezó ayer; imposible no hay nada con un atornillador de última generación y unas instrucciones de montaje claras, y encima Son Banya va a quedar libre en unos meses. Pero dudo que signifique la solución para escolarizar ya mismo a estos nouvinguts que han pillado a las autoridades educativas por sorpresa. Vaya por Dios. Resulta que se pensaban que todos esos cientos de miles de visitantes a los que han cobrado la ecotasa se iban a dispensar las cervezas ellos solos, se iban a lavar los platos del desayuno y luego conducirían por turnos el autocar a sa Calobra. Pues no. Con ellos han llegado los trabajadores que les asisten y sus familias. El mismo Govern que ha negado por tierra, mar y aire la saturación turística recurre ahora a la "presión demográfica" que abarrota nuestras escuelas para argumentar su apuesta por las soluciones bananeras. Se han incrementado las inversiones, pero no basta. En época de bonanza conviene repasar la tabla de multiplicar y no dejar las materias importantes para septiembre.

PSOE, Més, Podemos. Dijeron que acabarían con los barracones en los colegios públicos y de eso nada. Su legado, de momento, suma docena y media de nuevas casetas dedicadas a la enseñanza, que iba a ser el pilar de la gestión del cambio. Escudarse, como hizo el conseller Martí March, en el "déficit histórico" de infraestructuras educativas en las islas es una justificación endeble para quienes llegaron dispuestos a ofrecer salidas imaginativas y lluvia de millones; para consolidar la precariedad y enredar bastaba el PP. Con gran desparpajo, el responsable del despliegue de barracones aseguraba el otro día que se trata de habitáculos estupendos, con aire acondicionado y todo, y que quien los critica debería visitarlos para enamorarse. Lo siguiente será organizar visitas guiadas por las prefabricadas, preferiblemente en días de lluvia, con motivo de la Diada. Se me ocurre que si los barracones fuesen espacios tan cuquis los consellers y los directores generales instalarían sus despachos en dichas cajas rechinantes, y dejarían los edificios de verdad para los niños. Así estos no tendrán la sensación nada más acceder a la clase de representar la última prioridad de sus mayores. Otro indicador de que no deben ser para tanto es su clamorosa ausencia en los colegios concertados, por los que tanto se preocupa en conseller socialista si se trata de repartir becas de comedor. El día que vea un barracón en una escuela privada pensaré que, en efecto, representa el marco físico ideal para la docencia. Mientras tanto, solo creo que estos, igual que los otros, le están fallando a la escuela pública.

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