Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Joan Riera

Análisis

Joan Riera

La verdad ha muerto

Como en las guerras. La primera víctima mortal del Procés es la verdad. Los partidarios de uno y otro bando han decidido que para lograr sus objetivos resulta imprescindible conquistar y pasar por lar armas de Twitter y de las tertulias los pocos reductos de sensatez, de debate sosegado y de entendimiento que se mantienen en pie, aunque acosados por todos los flancos. Para lograrlo hay que dinamitar la parte de verdad que aún está en manos del enemigo. (Tengo mis dudad de que hoy se pueda utilizar la palabra adversario).

Si los Mossos logran un éxito hay que magnificarlo o anularlo, según el bando en el que uno combata. Las urnas se ocultan como si fueran un arma secreta. Las leyes también. El Constitucional se coordina con el Gobierno, o viceversa, cuando se supone que es un poder independiente. El referéndum se evoca, de momento no se convoca, sin leyes aprobadas, sin norma y sin una campaña digna de tal nombre cuando apenas faltan 25 días para el 1 de octubre. El origen de la actual confrontación -las campañas del PP contra el Estatut aprobado por el Parlament y los catalanes o contra la lengua- se ha dejado olvidado muy en el fondo del baúl de los recuerdos. Los problemas reales del día después de una hipotética independencia están fuera del debate. La razón ha muerto. La pasión descontrolada y ciega guía a ambos bandos.

A nadie le importa la verdad. Solo se pregunta por la militancia. Por el carné. Volvemos a ser el país en el que uno es del Barça o del Real Madrid, de la izquierda o de la derecha, de la cofradía verde o de la morada. El país en el que la tribu, sea española o catalana, está por encima de la realidad.

Los ídolos de toda la vida son derribados del pedestal al que habían sido subidos por el simple hecho de militar en el otro bando. No importa si se llaman Guardiola, Serrat o Évole. Nadie escucha a nadie. Nadie presta atención. Lo importante es disparar para que el ruido de cañonazos incruentos apague las voces.

Los ejércitos drogan a veces a sus hombres cuando están a punto de entrar en combate -con tabaco o alcohol en los casos más moderados- con productos más fuertes si se quiere acentuar el valor irracional. En esta batalla sin sangre, la soldadesca de ambos bandos se inyecta en vena lemas, tuits y mentiras. Tras armarse con estos endebles argumentos golpea en el costado y en la cabeza del adversario.

A quienes desprecian la sinrazón de los unos y de los otros o ven retazos de verdad en ambos bandos les llaman equidistantes. Y la virtud de la templanza se ha convertido en un insulto.

Compartir el artículo

stats