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José María de Loma

Veo alienígenas

Con el calor no hay quien duerma, hay que buscar entretenimiento. Lo más socorrido es encender la televisión. Aparece en el canal Viajar Michael Portillo, exministro británico, descendiente de españoles que ahora es presentador viajero. Está en Estados Unidos. Lleva una chaqueta chillona, porta un libro que no sé por qué parece una Biblia. Está hablando de Lincoln. Me interesa mucho el asunto, igual hasta me da tema de conversación para el desayuno con los compañeros, pero estoy impaciente y le doy al mando. Alienígenas. Alienígenas cabezones, más en concreto. Están entre nosotros, dice una voz. Miro a un lado y a otro del sofá no sea que ya me hayan invadido, aunque yo creo que con este calor sería aterrizar y largarse. A no ser que el calor sea un método auspiciado por ellos para acabar con nosotros, para achicharrarnos. Los alienígenas, solo de madrugada y a oscuras me dan cierto repelús. Bueno, supongo que encontrarme uno a plena luz del día también me lo daría, el repelús. Cambio de canal.

En la televisión catalana están con el procés. No se cansan. Yo creo que en Cataluña han exterminado a lo posibles alienígenas a base de aburrirlos. O a lo mejor han ido pero les han hecho un escrache confundiéndolos con turistas y los han obligado a marcharse. La cuestión importante para mí en este momento es cómo le sentaría la camiseta del Barça a un alienígena macrocéfalo y de dos metros con brazos más largos que una tarde sin móvil.

La razón por la que todavía no he puesto la uno ni la dos ni la tres ni la Sexta es porque a esa hora sé que hay minutos musicales y para música ya tengo la de algunos vecinos, que el día que no roncan cogen el taladro o se dan al fornicio ruidoso. Aquí mucho pedir que se regule esto o lo otro o la Feria o los apartamentos turísticos y en realidad lo que hay que regular son los gemidos, espero que los gemidos no escapen a esta ola y moda regulatoria. Yo creo que a partir de las doce de la noche se puede gemir pero dentro de un orden. A ver, un gemido en plan que gusto madre, yo es que estaría así siempre, pero no un grito que parece un elefante al que le han pisado un callo, que vete tú a saber cómo son los callos de los elefantes y cómo copulan los elefantes, si es que los elefantes no son en realidad alienígenas.

En efecto, tenía que haber abierto un libro. Lo que pasa es que estoy a oscuras. Podría encender la luz. Pereza. Enciendo el móvil. Si pongo un tuit no lo va a leer nadie. Aunque eso es inferir que todos pueden dormir con el calor menos yo. A lo mejor todo el mundo está en el Twitter y yo estoy aquí perdiéndomelo todo por culpa de los alienígenas y Lincoln, que si viviera ahora armaría otra guerra contra la esclavitud pero contra la esclavitud del móvil.

Me paso al Facebook, pero como el algoritmo debe tener también la mente turulata del terralazo y el agobio sólo me muestra cosas que ya he visto. No sé qué le pasa a la gente que no hace barbacoas, ni va a bodas ni desparrama en una juerga, los tiene atontados el calor a todos, con tanto bucolismo playero, que es que parecen anfibios en vez de amigos. O alienígenas.

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