Sé que es verano y que conviene relajarse y no pensar, pero es que nos acaban de robar 60.600 millones de euros. Es la cifra que los bancos dicen que no podrán devolver del rescate aprobado por el Gobierno de Rajoy. Según la Agencia Tributaria, en España somos 19,3 millones de contribuyentes. Eso quiere decir que a cada uno de nosotros el pufo nos va a costar 3.100 euros. Cuando el Gobierno prestó a la banca los 76.410 millones del rescate, el ministro de Economía, Luis de Guindos dijo: "Me gustaría especificarlo muy claramente, aquí no hay un coste para los contribuyentes españoles". Ahora podemos decir que las del ministro fueron palabras necias (porque fue un ignorante que no sabía lo que debía saber). Será usted, querido contribuyente medio, quien tendrá que hacer el esfuerzo de pagar esos miles de millones. Y trate de no pagar lo que le corresponde: probablemente tendrá problemas el resto de su vida. Vale la pena analizar este secuestro, robo y expolio.

Dada la situación, esos 60.600 millones de euros forman parte de un "rescate" porque los pagamos para que la banca nos liberase de su amenaza de declararse en quiebra y que no colapsase nuestro sistema económico, tan dependiente del sistema financiero, tan diseñado estratégicamente sobre la base del endeudamiento de los ciudadanos y de las empresas. Cuando los pagamos no rescatamos a la banca, nos rescatamos a nosotros mismos, los verdaderos secuestrados. Fíjense, estamos tan secuestrados por la banca que nadie ha dicho nada. Ni el Gobierno, ni apenas la oposición. Ni siquiera nosotros. ¡Nosotros, que prestamos nuestro dinero a la banca en forma de ahorros para que ésta haga negocio concediéndonos créditos a nosotros mismos! La banca, que obtiene beneficios de miles de millones, no puede devolver lo que debe a los ciudadanos. ¿Se imagina que fuera al revés? ¿Que ustedes tuvieran una deuda con la banca y no la pagasen? ¿Qué ocurriría? Lo mismo que si debiera dinero a Hacienda (a no ser que sea uno de los amigos amnistiados por el Gobierno): le embargarían, le desahuciarían, le juzgarían, le condenarían, sería un moroso de por vida.

Por eso es un secuestro, pero también se le puede llamar robo. En realidad, este es un nuevo capítulo en una historia sobre ladrones de cuello blanco cuyo inicio se remonta unos siglos atrás y que todavía perdura. Normalmente, los profesionales del robo actúan con máximo sigilo, para que cuando sean descubiertos haya pasado demasiado tiempo y todo dé igual. Sin embargo, visto lo visto, dada la poca respuesta por parte de los españoles, su descaro a la hora de robarnos va a ir aumentando y se va a convertir en un auténtico expolio (estrategia para hacerse con la riqueza de alguien de forma abrupta, sin disimulo y, por supuesto, sin contrapartidas).

¿Y cómo nos secuestran, roban y expolian de forma oficial y sin que levantemos un dedo? Los secuestradores, ladrones y expoliadores han aprendido que para robar a espuertas llenas es suficiente con confundir a la víctima, con entretenerlo con otra cosa (con el fútbol, con la telebasura...), con asustarle (con los desahucios, con el paro y la pobreza, con el terrorismo...), con hacerle creer que se le tiene en cuenta (invitándole a votar cada cuatro años...). Lo dice Noam Chomsky: haz que el rebaño tenga miedo y dejará de bramar. Y así estamos, calladitos. Los expoliadores han apurado su técnica y saben hacerlo. Y además, ¡tachán!, la banca es en buena parte propietaria de la mayoría de los medios de comunicación importantes en nuestro país, encargados de transmitir esos mensajes narcotizadores, basados en el espectáculo basura y en la información sobre sucesos, aparentemente cada vez más numerosos y macabros.

En España se secuestra, se roba y se expolia tan bien que hay que reconocer que tales procederes se han convertido en una característica autóctona, con algo que se nos identifica. Como la Liga. Como Nadal. Como la paella y la sangría. Como la masificación turística. Como la economía sumergida. Lo que en otro lugar sería un escándalo histórico, que habría supuesto la dimisión de todo el gobierno, aquí no pasa de un pequeño titular en portada. Al menos lo podrían haber puesto en la sección de sucesos.

Es verano, y sí, merecemos relajarnos, distraernos y dejar de estar abrumados. El problema es que, mientras lo hacemos, ellos no cierran por vacaciones.

*Periodista