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Juan Tapia

Nuestro mundo es el mundo

Joan Tapia

La asignatura de Pedro Sánchez

Tras su dimisión-destitución a finales del 2016, Pedro Sánchez ha tenido un brillante retorno. Su triunfo en las primarias con más del 50% de los votos le ha permitido imponerse con claridad en el congreso del pasado fin de semana. Y las últimas encuestas (ABC, El País, SER y el Español) apuntan a una recuperación del PSOE y un descenso del PP, que no obstante sigue como el primer partido, y de Podemos.

Y en la de la SER sucede algo nuevo. Suben el PSOE y C´s, pero Sánchez, con el 31,1%, supera a Albert Rivera (28,5%) como el presidente preferido por los españoles. Y en la moción de censura, Pablo Iglesias no se hundió pero quedó muy solo, Rajoy supo ser combativo y sumar 170 votos (sólo perdió respecto a los presupuestos los del PNV y Nueva Canarias), pero el PSOE, que podía salir perjudicado por la abstención, salió reforzado por la contundente intervención de alguien hasta ahora poco conocido, Pepe Ábalos, secretario provincial de Valencia, que supo marcar con claridad la posición. La réplica de Iglesias, de una cautela inusual, indicó que había hecho pupa. Quizás sea una lástima que Ábalos, el nuevo secretario de Organización, haya sido sólo "portavoz por un día".

El congreso fue casi una misa mayor. Pero Sánchez aspira a la Moncloa. Y ello le exigirá una larga marcha porque -salvo accidente- Rajoy está asegurado hasta el 2019 (en el 2018 puede prorrogar presupuestos si no conserva los 176 votos). Una cosa es ganar el liderazgo de la oposición (Felipe González lo logró en el 77) y otra gobernar. Felipe lo consiguió cinco años más tarde y mientras se deshizo la UCD.

Sánchez deberá alentar el entusiasmo de los suyos y saber combinar con inteligencia y acierto dos objetivos distintos. Uno, encarnar la protesta frente al PP. Dos, mostrar solvencia como futuro gobernante. En especial en economía, donde Rajoy -no sólo por los vientos de cola exteriores como simplificó Iglesias- ha cosechado resultados. Las reformas han tenido un papel, como acaba de decir en Madrid el comisario europeo Pierre Moscovici, socialista francés que fue ministro de Economía de Hollande.

El PP y los "media" de derecha le van a atacar. La victoria de Sánchez deja sin opción -al menos por ahora- a la "gran coalición" a la que dice aspirar Rajoy. Aquí, al revés que en Alemania, no hay tradición de coaliciones, y mientras no desaparezcan los grandes casos de corrupción ni C´s quiere gobernar con el PP.

Es lógico que Sánchez insista en que, sin vetos mutuos de Iglesias y Rivera, podría haber otro gobierno. Pero sería fatal que se lo creyera. Iglesias sigue aspirando al "sorpasso" porque su orgullo no le permite un papel subordinado. Y Rivera no puede suicidarse asociándose a la izquierda radical. Pero es cierto que se pueden ganar batallas relevantes. Como la del jueves de una TVE menos controlada.

Sobre Cataluña, Pedro Sánchez marca diferencias y habla de plurinacionalidad porque lo cierto es que la política del PP (recurso contra el Estatut y nulo acercamiento en sus cinco años de gobierno) sólo ha alentado al independentismo. Pero si Puigdemont insiste en el referéndum unilateral, el PSOE tendrá que oponerse y coincidir con el PP. Ábalos lo dejó claro en el discurso comentado.

Sánchez no puede separarse de otras fuerzas de izquierda, como los sindicatos, pero debe evitar caer en la protesta estéril e irresponsable. Lo del CETA, el cambio de posición sobre el acuerdo comercial con Canadá, sólo es una tentación reveladora. La posición del PSOE no es decisiva y además no habrá voto en contra (espero) sino abstención. Y en el Parlamento europeo los socialistas se dividieron. Pero España debe intentar estar cerca del puente de mando de la Europa que se perfila: la del entendimiento del centrista Macron (con ministros liberales y socialistas) con la gran coalición de Merkel.

Por eso repetir lo del CETA (abstenerse para congraciarse con la protesta pero sin convicción ya que no se vota en contra) puede parecer hábil e inteligente pero puede acabar en un regalo a la derecha.

El equilibrio entre abanderar la protesta, para crecer en la izquierda, y capitalizar solvencia, para inspirar confianza al centro y centro-izquierda, no será una asignatura fácil.

Europa no es un supermercado

La semana pasada decía que quizás el populismo antieuropeo, tras alcanzar su punto máximo, iniciaba el descenso. El resultado de las elecciones francesas del domingo pasado lo confirma. El nuevo partido de Macron (centrista y abierto a socialistas y liberales) y sus aliados del Modem (democristianos) obtuvieron 308 y 42 diputados respectivamente, sobre un total de 577. Cierto que la abstención fue muy alta (56%), lo que indica que hay una fracción del electorado que no se ha movilizado contra Macron pero que es escéptica. Le juzgarán en función de cómo gobierne (la reforma laboral es su primera asignatura) y de los resultados que vaya obteniendo.

Por otra parte, el populismo ha sido derrotado. Marine Le Pen, que iba para presidenta, se queda con sólo 8 diputados y la Francia Insumisa de Mélenchon (similar a Podemos) con 27.

Macron tiene manos libres. Los ministros del Modem han dimitido por la utilización de asistentes parlamentarios en Bruselas como empleados del partido en Francia (no es exactamente corrupción), y Macron ha hecho un nuevo gobierno en condiciones favorables. En efecto, el segundo partido con 113 diputados ha sido la derecha que se ha vuelto a dividir. Una treintena de esos diputados -que se califican de constructivos- quieren colaborar con el presidente.

Lo más relevante es que la elección de Macron y su amplia mayoría van a relanzar el proyecto europeo en alianza con la Alemania de Merkel, donde puede haber otra "gran coalición" tras las elecciones de septiembre. España debería estar cerca de ese puente de mando del euro, el único que puede asegurar la indispensable estabilidad política y económica del continente. Macron ha señalado sus objetivos en una larga entrevista a siete diarios europeos (entre ellos El País y el conservador francés Le Figaro). El mensaje principal es que "Europa no es un supermercado sino una unidad de destino que se debilita cuando acepta que se rechacen sus principios". Para Macron, Europa ha perdido fuerza porque ha tenido fallos al proteger a sus ciudadanos. Militarmente, en seguridad (control de fronteras y terrorismo), en economía y en derechos sociales. Ataca las medidas ultraliberales que han permitido que trabajadores con condiciones laborales de Polonia trabajaran en Gran Bretaña.

Empieza un nuevo capítulo, lleno de dificultades pero mucho más esperanzador que el temido hace pocos meses, del proyecto europeo.

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