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Antonio Papell

El "nuevo" PSOE

El PSOE de Pedro Sánchez redefine un espacio cuya compacidad reequilibra un sistema democrático afectado por el desvanecimiento de una izquierda que ha de ser el contrapeso de un régimen bipolar

Apoyado en la rotunda victoria en las "primarias", pese a la potente campaña en contra del aparato socialista y de la cadena mediática que antaño estuvo ideológicamente cercana al PSOE, Pedro Sánchez se ha consolidado al frente del partido con el 70% del voto de los compromisarios (en las primarias obtuvo el 50%), estrenando un nuevo modelo más centralizado que ya no se basa en la presencia en la ejecutiva de los barones territoriales, que integra a Patxi López y que deja fuera del núcleo duro a Susana Díaz y el sector que más agresivamente la arropó durante el proceso precongresual.

Debe haber acertado Sánchez en la reorientación del partido porque la portavocía mediática de sus adversarios titulaba ayer su editorial en estos términos: "Decepcionante PSOE". Y, de hecho, se le critican con rotundidad los que a la mayoría de seguidores/militantes le parecen principales aciertos: la redefinición socialdemócrata del partido, después de divagaciones desconcertantes para el electorado de izquierdas como la reforma del artículo 135 de la Constitución; la explícita intención de recuperar el voto de los desertores que fueron a nutrir las filas de Podemos tras el 15M; y la voluntad de resolver el conflicto catalán mediante una negociación abierta en el Congreso de los Diputados seguida, si se llega a un acuerdo viable, de una reforma medida de la Constitución que avance en la dirección federal y racionalice definitivamente el Estado de las autonomías. En este último asunto, y para evitar equívocos, Sánchez ha repetido incesantemente que no respaldará en ningún caso un referéndum de autodeterminación y que cree en una única e indivisible soberanía nacional.

La recuperación del aliento socialdemócrata, en un marco limitado por las reglas de juego de Bruselas y en un ambiente que se caracteriza por el naufragio del socialismo francés y la recuperación del laborismo británico, es de momento una declaración de intenciones, que habrá que desarrollar en el sentido de una mayor equidad: la recuperación de la crisis económica está siendo muy desequilibrada, puesto que no se ha revertido la devaluación salarial y existen grandes sectores sociales todavía gravemente postergados.

Más enjundia tiene el llamamiento expreso de Sánchez a quienes, a raíz del 15M, fueron a engrosar las filas del populismo, convencidos de que los partidos tradicionales ya no les representaban porque ni habían gestionado correctamente el país ni se habían preocupado por el gran drama creciente suscitado por la crisis. Los jóvenes, sin posibilidades de presente ni de futuro, fueron los principales desertores de unas formaciones incapaces de asegurarles una instalación en la sociedad y en la vida. El reconocimiento del error y la ulterior rectificación es la condición sine qua non que debe cumplir el PSOE para volver a ser el portavoz del hemisferio progresista. Una rectificación que no pasa, evidentemente, por aceptar las utopías del populismo demagógico ni por aliarse incondicionalmente con él sino por rectificar el discurso y seducir con argumentos y fundamentos a los desencantados.

En el tercer asunto, el abordaje del conflicto catalán, la crítica infame que se le hace a Sánchez es que entra en contradicción al defender al mismo tiempo la plurinacionalidad y la soberanía única de la nación española. Esta supuesta contradicción, que la Constitución plasmó inteligentemente en su artículo 2 al conciliar literalmente la "indisoluble unidad de la nación española" con la existencia en su seno de "nacionalidades" y regiones, es la que ha de resolver el problema, conciliando la peculiaridad "nacional" de Cataluña y sus aspiraciones de autogobierno con la preservación del Estado. El pleno reconocimiento de Cataluña como nación étnica y cultural y su encaje en un modelo federal "a la alemana" podría ser la solución al trágico diferendo, que, abandonado a su suerte, terminará en estallido.

En definitiva, el "nuevo/viejo" PSOE redefine un espacio cuya compacidad reequilibra un sistema democrático afectado por el desvanecimiento de una izquierda democrática que ha de ser, como siempre, el contrapeso de un régimen creativamente bipolar, aunque no necesariamente (por ahora) bipartidista.

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