Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Antonio Papell

El soberanismo lanza el referéndum

Puigdemont lanzó ayer el órdago del referéndum. Pese a la obstinación del soberanismo catalán, hay un gran campo de negociación sin poner en cuestión lo esencial: la unidad de España

Una vez lanzado ayer el órdago soberanista, con el anuncio procaz del referéndum de autodeterminación unilateral, la historia pesa como una losa sobre el presente, y sería muy difícil que el Partido Popular consiguiera impulsar, aunque lo intentara de buena fe, un diálogo franco con el soberanismo, que es la espuma del nacionalismo, después de la siembra de irritación que realizó José María Aznar durante su segunda legislatura -en la que gobernó fuera de sí con mayoría absoluta-, de la campaña del PP contra la reforma del estatuto de autonomía y de los intentos posteriores de manipulación del Tribunal Constitucional.

Realizado este recuento de pasados errores, lo lógico sería que la interlocución estatal con el nacionalismo democrático catalán fuera intentada y, en su caso, desarrollada por el PSC, ahora en buena sintonía con el PSOE federal comandado por Pedro Sánchez. No porque Sánchez sea un vendepatrias, como algún desorientado ha sugerido, sino porque exhibe una sensibilidad mucho más comprensiva con la diversidad.

? Durante la campaña de las primarias, Sánchez ha utilizado el concepto de "plurinacionalidad", homólogo al de "nación de naciones", como prueba de comprensión hacia unas demandas de singularización que sólo en el extremo son rupturistas (la mayoría de los catalanes sigue prefiriendo la vía reformista, como acreditan todas las encuestas, hasta las que confecciona la Generalitat). En todo caso, el líder socialista siempre ha añadido que estos conceptos deben entenderse en el marco de una única soberanía, indivisible, que corresponde a todos los ciudadanos a la vez y que consolida la unidad de España. Para convencer a los más desconfiados, que todavía piensan que esta actitud tolerante pero firme es demasiado débil, Carmen Calvo dejó explicado hace unos días en Los Desayunos de RNE los criterios básicos sobre el particular, con su propuesta de rematar el modelo constitucional del título VIII (ante el que el PP se abstuvo porque estaba en contra), avanzando hacia un Estado federal, dado que España no es un Estado federal porque le faltan los elementos básicos constitutivos de este modelo, la coordinación y la lealtad al pacto. Para Calvo, los términos nación, nacionalidad, región, región histórica, patria, país, no tienen efectos jurídicos, por lo que no deberían suscitar conflictividad, al igual que los sentimientos de pertenencia. Lo que sí tiene efectos jurídicos es el criterio de "un solo Estado", la defensa de Estado español como parte de Europa. Y esto es lo único realmente indiscutible. Con la Constitución en la mano y con la convicción que mantiene gran parte del pueblo español sobre la indisolubilidad de ese Estado.

Así las cosas, pese a la obstinación del soberanismo catalán, hay un gran campo de negociación sin poner en cuestión lo esencial. Evolucionar nuestro asimétrico, inconcreto, disfuncional e injusto Estado de las autonomías hacia un federalismo "a la alemana", por ejemplo, sería una muestra de racionalidad democrática que podría resolver en gran medida la cuestión catalana -el catalanismo se sentiría en buena parte colmado si la Generalitat dispusiera de las competencias de los länder-. ¿Por qué, pues, no avanzar en esa dirección, con todas las cautelas y garantías que se quiera, si tenemos en nuestra mano la posibilidad de mejorar cualitativamente el Estado y de entrar en una nueva y fecunda etapa de modernización, menos conflictiva que la actual?

? Es claro que la fórmula ideal no existe y que la que se pudiera conseguir debería provenir de un largo diálogo entre todas las partes. Para ello, tendría todo el sentido la creación de una comisión sobre Cataluña en el Congreso de los Diputados. Una comisión integrada por todos que durante un año deliberara sobre un modelo de Estado más acogedor que el actual, más moderno en todos sentidos, menos intervencionista en cuestiones relacionadas con la pertenencia o la singularidad cultural, más confederal en lo accesorio y más sólido en lo realmente esencial. Es la propuesta que ha circulado por ciertas redacciones periodísticas y por algunos cuarteles partidarios. Ojalá termine imponiéndose por buena voluntad y sentido común.

Compartir el artículo

stats