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Cuaderna

Historia sí, sectarismo no

El genocidio es definido por la Real Academia Española como "exterminio o eliminación sistemática de un grupo social por motivo de raza de etnia de religión, de política, o de nacionalidad". También nos sirve la calificación que hace el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional: "Actos perpetrados con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo racional, étnico, racial o religioso como tal". Centrado el tema es oportuno clarificar lo que significo la muerte y persecución a la iglesia católica, a sus representantes y seguidores en los primeros meses de la guerra civil, incluso mucho antes del inicio de esta.

Empecemos por afirmar que en lo único en que estaban de acuerdo anarquistas, socialistsa y separatistas era en la persecución sistemática y metódica de todo aquello que hiciera olor a iglesia, a Iglesia católica claro; en todo lo demás, los grupos políticos antes mencionados, aplicaban una política de destrucción mutua entre ellos. Es esta unión que hace que la persecución religiosa se convierta en un verdadero genocidio, llegando a tintes de persecución sádica. El odio contra la Iglesia era tal, que no se tuvo en cuenta ni circunstancias, ni personas, ni bienes y muchos menos tuvieron en cuenta que el cristianismo, junto con Roma y Grecia forman el trípode que constituye la base y raíz cultural de Europa y por tanto de España.

Así es como podemos afirmar que el genocidio perpetrado contra la Iglesia católica no puede fundamentarse en que sus víctimas lo fueron por ideas políticas, no, sus víctimas lo fueron por mantenerse fieles a su fe, dando ejemplo de que era tan poderosa esta que en muchos casos, antes de ser asesinados y torturados, perdonaban a sus verdugos.

La II República tiene sus luces y sus sombras y dentro de sus sombras hay que imputarle la quema de conventos, la expulsión de la Compañía de Jesús, la clausura y cierre de colegio religiosos, la profanación de tumbas y un largo, etc. Basta con leer las memorias del propio Azaña para comprobar que lo que aquí se dice es verdad. Y es que la persecución contra los miembros de la iglesia católica en España provoco 6.832 muertes de las cuales 12 eran obispos, 4.184 sacerdotes, 2365 religiosos y 283 religiosas, muchas de ellas violadas previa a su ejecución.

Pretender hoy que una matanza de tales proporciones fuera fruto de unos incontrolados es querer reírse de la "memoria histórica en mayúsculas", la de verdad, no la mutilada por intereses políticos perversos, que nada tienen que ver con el justo reconocimiento a las víctimas, de todas, no las de un bando; sean blancos o negros, rojos o azules. La persecución a la Iglesia fue obra de una planificada y sistemática operación de exterminio contra todo un grupo social, en este caso religioso. Por eso no es exagerado hablar de genocidio, y hacerlo con propiedad si nos atenemos a las definiciones expuestas al principio. Y es que la historia no se puede mutilar, porque esta es la que es, no la que nos hubiera gustado que fuera, y como tal debe basarse en hechos reales comprobados, demostrados y certificados.

Con solo relatar estos hechos se derrumba todo mito de la II República y se desacredita el uso perverso y la utilización política que el PSOE y sus acólitos hacen de la "ley de memoria histórica" acallando los pecados de un sector de la contienda y poniendo altavoz a los cometidos por el otro bando. Esto me recuerda lo que hicieron los franquistas, callar sus pecados y poner altavoz a los cometidos por el frente popular.

Lo que ocurrió en España fue una sangrienta guerra en la que ambos bandos cometieron execrables y deleznables crímenes, en una carrera fratricida de terror, sangre y muerte. Lo que no debemos aceptar hoy es que, por la irresponsabilidad de unos y cobardía de otros, vuelvan aflorar odios atávicos al querer imponer cada uno su verdad particular, los del Frente Popular la suya y los Nacionales la propia. Lo que debemos hacer, es reconocer todos los crímenes, sin distinción alguna y asumir nuestra propia historia como fuente de sabiduría y lección de lo que nunca más puede y debe pasar. Lo que no se puede aceptar es querer implantar una amnesia absoluta sobre los crímenes cometidos por uno de los dos bandos. Ya lo intento el franquismo y no lo consiguió.

Por eso me reafirmo una vez más. Historia ilustrada, sí. Historia manipulada, no. Relato verídico, sí. Relato sectario, no. Derecho a la localización, exhumación de desaparecidos, antes, durante y después de la Guerra Civil también, porque justo es que sus descendientes puedan rendir honores y darles justa sepultura a sus ancestros.

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