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Antonio Papell

Rajoy, con su nueva mayoría

La aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, tras una operación de verdadero encaje de bolillos del propio Rajoy, ha demostrado, de entrada, que tenían razón quienes, como Pedro Sánchez, aseguraban tras las elecciones generales de 2016 que era la derecha la que tenía que hacer un esfuerzo en pro de la gobernabilidad. Si ha sido posible sacar adelante las cuentas públicas sin el PSOE, también lo hubiera sido investir a Rajoy sin él€ si se hubiera hecho el esfuerzo necesario. De hecho, este proceso constituye un éxito personal de Rajoy, quien ha conservado el gobierno, acaba de asegurarse ahora la estabilidad€ Y de paso, ha conseguido sumir al PSOE en una de las más graves crisis de su historia.

El logro de estos presupuestos que, por sí solos, garantizan el cumplimiento del pacto de estabilidad el próximo año y el mantenimiento de criterios de austeridad que favorecerán el crecimiento aunque no mitiguen los gravísimos desequilibrios sociales, asegura a Rajoy la permanencia al menos hasta 2019, ya que las cuentas de 2018 serán probablemente una simple prórroga de las que ahora se aprueban.

Esta previsión sólo podría quedar interrumpida por una moción de censura, que no será desde luego la que ha presentado ya Podemos, que en cambio puede contribuir al confinamiento de Unidos Podemos en el nicho de la extrema izquierda tras la ruptura de Vistalegre 2. La recuperación económica está teniendo efectos letales sobre los populismos, ya que muchos potenciales seguidores de Iglesias que "no tenían nada que perder" están instalándose poco a poco en nuevos roles profesionales y vitales, o por lo menos viendo cómo se les aclara el horizonte; y a medida que cunden las expectativas, la propaganda frívola tiene menos efecto sobre el ánimo y la disposición de los ciudadanos airados o que acaban de estarlo.

El futuro en general, y la presentación o no de otra moción de censura en particular, dependerán también como es obvio de cómo se reconstituya el PSOE, que de entrada tiene que aspirar a recuperar al sector de izquierda socialdemócrata (o asimilada) que ha dejado de votarle y que actualmente se ubica en el territorio de Errejón o a disgusto en el núcleo duro de Unidos Podemos. En otras palabras, el PSOE tendrá que hacer lo posible por aislar a Iglesias en el nicho que han ocupado Anguita o Garzón antes de los últimos y extraños mestizajes, y recuperar el resto del espacio de izquierdas mediante un mensaje atractivo que sea al mismo tiempo una verdadera opción de poder con posibilidades reales de lograrlo, es decir, sin las utopías que descalifican y marginalizan a priori a Pablo Iglesias.

Así las cosas, el resto de la legislatura fuertemente influido por dos factores esenciales: por una parte, el desenlace de la cuestión catalana, hoy al borde de un imprevisible estallido que probablemente necesitará la implicación directa no sólo del gobierno (y del PP) sino también de los partidos constitucionalistas. Y, por otra parte, el desarrollo de los procesos judiciales sobre la corrupción del PP, que están afectando no sólo al crédito del partido sino también a su apoyo en las encuestas -los demógrafos lo ratifican.

Estas evoluciones, unidas al desarrollo de la cotidianidad socialista tras el congreso -Pedro Sánchez no tendrá fácil lograr la plena normalidad en el interior de su formación política tras la gran conmoción experimentada-, determinarán el proceso político hasta el fin de la legislatura, en un trayecto en que previsiblemente se consolidará la simbiosis PP-Ciudadanos como ocupantes fijos de una mitad del hemisferio de estribor, en tanto perdurará la pugna entre el PSOE y el ámbito agrupado en torno a Iglesias, que, por la fuerza de vuelta a la normalidad de la socioeconomía, evolucionará probablemente a la baja.

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