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JOrge Dezcallar

Desencuentros

Por lo menos tres, en los últimos días. La reunión de la OTAN en Bruselas ha salido mal pese a los esfuerzos europeos por buscar terrenos de acercamiento. Tampoco funcionó el previo encuentro de Trump con los Veintisiete, dónde se hizo una foto con Mariano Rajoy que nuestros diplomáticos debieron pelear a brazo partido para obtener, pues así son esas cosas. Como no ha salido bien la posterior reunión del G7 en Taormina. En ninguna de ellas funcionó ni el lenguaje corporal entre los asistentes, ni el escrito en forma de comunicados importantes. Han predominado los desacuerdos y la culpa fue de Donald Trump, muy aislado en sus posiciones.

Trump fue tacaño en darnos lo que necesitamos los europeos, una garantía de defensa automática en caso de agresión, y en cambio fue muy generoso en sus críticas por no contribuir con suficiente dinero a la defensa colectiva, a pesar de los compromisos existentes. No basta con que Tillerson dijera luego que "por supuesto que apoyamos el artículo 5", porque eso queremos oírlo de un presidente que lo puso en duda y que afirmó que la OTAN estaba obsoleta, aunque luego rectificara. Tras la reunión de Bruselas, si yo fuera estonio y viviera con el aliento de Moscú en el cogote, estaría muy preocupado. Es cierto que hoy solo cinco miembros de la OTAN gastan en Defensa el 2% de su presupuesto que se fijó en la reunión de 2014 (EE UU, Polonia, Grecia, Reino Unido y Estonia), pero no lo es menos que todos hemos renovado el compromiso de alcanzar ese porcentaje en 2024. España "solo" gasta en Defensa 5.700 millones de euros que suponen el 0,9% de su presupuesto. Pero es discutible cómo se calcula ese porcentaje y cómo se es más eficaz, pues no cabe duda de que permitir estacionar en Rota dos destructores equipados con sistema Aegis, parte del escudo anti-misiles, o que desde Morón se despliegue una fuerza norteamericana de intervención rápida en África suponen una contribución muy superior a la defensa colectiva que gastar unos millones de euros en comprar tanques. Y igualmente habría que contabilizar las misiones militares de mantenimiento de la paz en el mundo en las que participamos. Pero Trump escribe con trazo grueso, dice que debemos "ingentes cantidades de dinero de los últimos años" (?) y que todo eso "no es justo con los Estados Unidos y con sus contribuyentes". Una regañina en toda regla.

Tras las reuniones nadie disimulaba su malestar por la falta de sintonía con los EE UU en otros asuntos tan importantes como Rusia, el comercio o el cambio climático. Con Rusia los EE UU no tienen una política clara, como dijo hace poco el mismo Lavrov a Tillerson, pues tienen dudas sobre la continuidad de las sanciones a Moscú por su política en Ucrania y su anexión de Crimea. Europa desea que se prorroguen, pero Washington tiene demasiado lío con Rusia y con su injerencia en la elección del mismo Trump y eso lo complica todo. Y en comercio, a la vista está su oposición a los acuerdos multilaterales, aunque el TIPP pueda no estar tan muerto como algunos piensan. La excepción parece haber sido la cooperación contra el terrorismo, que estaba cantada, y la incorporación de la OTAN a la lucha contra el Estado Islámico aunque sin participar en operaciones de combate. Una decisión simbólica para contentar al presidente norteamericano.

Las cosas no han ido mejor en la cumbre del G7 de Taormina, donde no se ha logrado el acuerdo sobre emigración que deseaba Italia, y especialmente Sicilia, donde este año llegarán 200.000 refugiados procedentes de Libia. El G7 reúne a las siete democracias más industrializadas del planeta que juntas representan algo más del 50% del PIB mundial. Hace años representaban el 70% y por eso, porque pierden fuelle, ha habido que inventar el G20, que reúne el 85% del PIB mundial. Pero mientras el G20 es un foro de debate y armonización de políticas, el G7 tiene la pretensión de decidir por dónde debe ir el mundo. Por eso es importante y, aunque se equivoquen, es positivo que se pongan de acuerdo porque si no hay un maquinista al volante, el tren puede acabar descarrilando y eso sería muy malo para todos. Donald Tusk lo dijo alto y claro al afirmar que "si no logramos una mayor unidad, la situación del mundo se nos puede ir de las manos". Y en esas podemos estar, como ha dicho Juncker, que no tiene pelos en la lengua, cuando ha hablado de "diferentes posturas", o Merkel que se ha referido a un diálogo "controvertido". Cuando un diplomático dice eso es que las cosas han ido peor, porque cuando van mal se habla de "diálogo franco y abierto". Y si hay un tema importante hoy es el del cambio climático, que Trump califica de patraña mientras pondera abandonar los acuerdos de la Cumbre de París, algo que hasta el Papa le ha pedido que reconsidere. En Taormina todos han confirmado su voluntad de luchar contra el calentamiento global. Todos menos Trump, veremos qué acaba haciendo.

Las reuniones han sido frías y la muestra es el prepotente y vulgar empujón que Trump le dio al primer ministro de Montenegro (¿sabrá dónde se encuentra ese país?) para colocarse en primera fila en el momento de la foto. Desde 1945 nunca había habido tantas discrepancias entre Europa y los Estados Unidos y por eso ha dicho Angela Merkel que los europeos "tenemos que tomar nuestro destino en nuestras manos". Porque no nos podemos fiar de Donald Trump.

*Embajador de España

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