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Cordón sanitario

La decisión de Trump de no respetar el Tratado de París, de desentenderse del cambio climático, de abandonar a la comunidad internacional a su suerte a pesar de que los Estados Unidos producen la cuarta parte de la contaminación mundial (y acumulan el 40% de la llamada deuda climática mundial), es un gesto de insolidaridad que debe encontrar la adecuada respuesta.

El argumento ofrecido por el presidente norteamericano es el de siempre: los intereses de los Estados Unidos primero. Washington no quiere perder puestos de trabajo ni competitividad para sus productos realizando esfuerzos para salvar el planeta de la contaminación; de una contaminación que si todos nos cruzáramos de brazos que acabaría destruyéndolo.

En otras palabras, Trump va a incurrir en un caso flagrante de dumping ecológico: seguirá contaminando para fabricar más barato que sus competidores, que sin embargo acabarán padeciendo las consecuencias de su actitud no cooperativa. La respuesta no puede ser otra que dejar de comprarle esos productos, establecer un cordón sanitario, rechazar sus teléfonos móviles y elegir los asiáticos, negar la exportación de sus automóviles, buscar incluso otros destinos turísticos. Esta será la respuesta de muchos ciudadanos del mundo a la agresividad insana de este repulsivo personaje.

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