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Camilo José Cela Conde

Presupuesto

A lo mejor resulta que Trump sirve de algo. Tras su paso por las reuniones de la OTAN y del G7, igualito que el de un mamut trotando...

A lo mejor resulta que Trump sirve de algo. Tras su paso por las reuniones de la OTAN y del G7, igualito que el de un mamut trotando por un museo de miniaturas de porcelana china, las alarmas han saltado. Ha sido la canciller Merkel quien ha dicho lo evidente: que el rey está desnudo; que Europa no puede confiar más en sus aliados de antes, ni en la Gran Bretaña ni en los Estados Unidos. Por si hiciese falta, el presidente Trump lo ha certificado de la manera en que lo hace siempre: con un tuit que reduce años de historia, si no siglos, a 140 caracteres.

No sé si será un primer resultado inmediato de la constatación de que los europeos estamos solos pero ese episodio viene seguido de la filtración por parte del Gobierno de la UE en Bruselas de un documento en el que se apunta la necesidad, ya perentoria, de reformar el euro para darle el esqueleto sólido que tanto necesita. Y, como es lógico, semejante proyecto pasa por la exigencia de un presupuesto común para todos los países que forman parte de la Unión.

Si se para uno a pensar en la situación en la que nos encontramos, lo más chocante es que exista un organismo paneuropeo, e incluso una moneda común, y no haya la obvia unidad de política fiscal y presupuestaria que exigiría cualquier país, por diminuto y marginal que fuese, para dar soporte a sus cuentas. Un presupuesto que englobe a todos los Estados de la Unión Europea debería haber sido el punto de partida si se quería tener una moneda con la suficiente salud y trayectoria. Lo sucedido en los diferentes rescates de los países con problemas durante la crisis económica, con Grecia al frente, deja muy claro el precio gigantesco que ha habido que pagar por no contar con esa herramienta. Pero incluso para los países que no cayeron en la necesidad del rescate, como el nuestro, la unidad presupuestaria es una exigencia que cae por su peso.

Ahora que se discute en España la Ley de los Presupuestos generales „y es de esperar que se apruebe, aunque sea sacando a los diputados enfermos de la cama„ se hace patente que para disponer de ese instrumento fundamental para la gestión pública el Gobierno ha tenido que hacer concesiones entre habituales, como las relativas a Euskadi, y pintorescas, como las necesarias para lograr el apoyo de Nueva Canarias. Pues bien, esas componendas sonrojantes y desde luego injustas para el resto de las Comunidades Autónomas quedarían en el olvido si los presupuestos dependiesen de Bruselas.

Lo malo del asunto que nos ocupa es que el presupuesto común europeo, por imprescindible y lógico que resulte, va a ser dificilísimo de alcanzar habida cuenta de cómo actuamos los países de la Unión. Lo bueno, que bastará con dejar a Trump que saque unos cuantos tuits más para que haya que correr en busca de ese clavo ardiendo.

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