Tiene razón el ilustrado, satírico, mordaz e irónico articulista Matías Vallés en que la UIB tiene el rector que se merece. Coincido con él en el titular, por supuesto. No comparto su contenido, como es lógico en mi caso, pero respeto su opinión. Así pues y apropiándome del titular de Matías Vallés, a riesgo que me denuncie por plagio, intentaré glosar los valores y méritos del catedrático Huguet que lo han hecho acreedor de su cuarta victoria, en la reelección de rector de la UIB. Por cierto es el único caso, que yo sepa, que se ha producido un hecho igual en el mundo universitario de nuestra querida patria España. Ni el doctor Villapalos lo consiguió cuando se presentó a una tercera elección.

Para dar a conocer al personaje -a Llorenç Huguet me refiero, claro- diré que nace en Ferreries, Menorca, en el seno de una familia de payeses; propio de la época. Más tarde su padre se dedicó al transporte de mercancías y fue alcalde de Ferreries de 1971-79 (últimos años del franquismo y primeros de la democracia). Su madre era ama de casa, propio también de la época; se dedicó a las tareas del hogar, cuidar a sus tres hijos y a aportar su granito de arena a la economía familiar, trabajando en casa en tareas de bisutería del recordado y añorado industrial Nasi Feliç.

Llorenç empezó en edad muy joven a trabajar de camarero los sábados y los domingos. Los veranos lo hacía en un chiringuito de playa, la de cala Galdana. Así es como se costeó el bachillerato y su carrera universitaria, junto con una beca. Desde su más temprana edad destacó por su inteligencia y disciplina -como su padre-, humildad y buen corazón -como su madre-. La carrera universitaria la cursó en la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB, 1972-77), donde se licenció en Ciencias Matemáticas. Al terminar su carrera entró como encargado de curso en el departamento de Informática de la UAB y al año siguiente fue becado para ir a investigar en el centro IMAGO de la universidad belga de Lovaina; trabajo que compaginó con el estudio de la licenciatura de Matemáticas aplicadas a la Informática y a la gestión industrial, obteniendo la máxima calificación que se da en aquella universidad, "sobresaliente con gran distinción", al tiempo que inició su tesis doctoral en el ámbito de la criptografía.

Regresa a España y se doctoró en informática (UAB, 1981). En la UAB ejerce de director de la sección de Informática, de vicedecano y de secretario de la facultad de Ciencias. En 1989, accede a la cátedra de Ciencia de la Computación e Inteligencia Artificial y en 1990 se traslada a la Universitat de les Illes Balears, de la mano del entonces rector, Nadal Batle, para impulsar la carrera de Informática y luego dirigir la Escuela Politécnica hasta que en 1995 accede a su primer rectorado.

Sin entrar en detalle, en relación al plano académico y de investigación, se puede decir de él que fue pionero en la docencia e investigación en criptografía, siendo considerado en aquellos años, por la comunidad científica internacional, uno de los mejores expertos en este campo a nivel internacional, al cual ha contribuido con números artículos, seminarios, y de forma espacial con dos libros, uno de ellos traducido al inglés, amén de su contribución en diferentes y múltiples aportaciones científicas, como ya hemos señalado.

Por eso, y sometiendo mi opinión a mejor criterio, tiene razón Matías Vallés cuando afirma que la UIB tiene el rector que se merece. Otra cosa es la valoración irónica, por supuesto desprovista de toda animadversión hacia Huguet; y como la opinión es libre, libre es también su interpretación.