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Antonio Papell

Consecuencias de la Gran Coalición

l alemán Martin Schulz abandonó en enero pasado la presidencia del Parlamento europeo, cargo que le concedió una gran visibilidad dentro y fuera de su país, y el 19 de marzo era nombrado presidente del SPD, su partido de siempre. Aquel retorno a la política interna se vio como una oportunidad de relanzar el debilitado centro-izquierda alemán, que actualmente gobierna en coalición con el centro derecha de la CDU/CSU, sin que las encuestas hayan favorecido en los últimos tiempos a la formación que actúa de báculo de la señora Merkel.

La gran coalición entre los dos principales partidos alemanes se firmó en 2013 por tercera vez en la historia de la moderna Alemania. En 1966, Kurt Georg Kiesinger, se convirtió en canciller al formar gobierno su partido, la CDU, con el SPD, constituyendo la primera "gran coalición"; el líder socialdemócrata Willy Brandt formó parte de este gobierno como ministro de Asuntos Exteriores. En 2005, la CDU liderada por Angela Merkel ganó las elecciones al SPD del entonces canciller Schroeder. El resultado fue muy ajustado: 226 escaños del centro derecha frente a 222 del centro izquierda, una correlación de fuerzas que impedía reeditar la coalición entre el SPD y Los Verdes y que tampoco permitía establecer una mayoría formada por la CDU y los liberales. Finalmente, Merkel y Schröder firmaron un acuerdo de coalición por el que el SPD conservaría varias carteras ministeriales.

Aunque la fórmula de la gran coalición está experimentada y no resulta demasiado chocante a los propios alemanes, parece evidente que ha sido la falta de alternativas fuera del núcleo duro de poder la que ha dado impulso a la formación populista de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD), que ha llegado a superar al SPD en las elecciones regionales en varios länder.

En cualquier caso, la llegada de Schulz no ha conseguido detener la decadencia del SPD, que ha perdido las tres elecciones regionales celebradas desde entonces. En marzo, la victoria abrumadora de la Unión Cristianodemócrata (CDU) de Merkel en el pequeño Estado del Sarre frenaba en seco la euforia que produjo en sus partidarios la renovación del SPD. En mayo, la CDU de Merkel ganaba también holgadamente las elecciones regionales en el Land de Schleswig-Holstein, donde gobernaba el SPD al frente de un tripartito. Y este pasado domingo, la CDU realizaba la proeza de ganar en Renania del Norte-Westfalia, el gran bastión socialdemócrata de siempre y el Estado más poblado de Alemania, donde, salvo en el periodo 2005-2010, el SPD había gobernado desde el final de la Segunda Guerra Mundial. La ultraderecha de la AfD, con el 8% de los votos, ha conseguido entrar en el parlamento de este land, de forma que ya está presente en 13 de los 16 länder de la federación.

La trasposición de fórmulas de gobierno de unas democracias a otras o la generalización de modelos particulares no son realistas ni pueden acreditarse científicamente, pero es de sentido común que la subordinación a la mayoría de la teórica opción alternativa debilita a esta, ya que pierde sus argumentos para justificar ante el electorado un cambio de propuestas. Si la opción de Merkel es tan buena que merece incluso el apoyo de la principal oposición, ¿qué razones puede haber para sustituir a la canciller por el líder de esa misma oposición?

La "gran coalición" sólo tiene sentido -y así lo han considerado casi todos los politólogos que teorizan sobre la democracia parlamentaria- en ocasiones extraordinarias, en que es saludable la unidad de las fuerzas políticas: para salir de una profunda crisis, para evitar una ruptura dramática, para enfrentar una amenaza exterior o interior. Pero gestionar la normalidad eliminando la fecunda dialéctica parlamentaria y formando grandes mayorías que pueden actuar sin apenas contraste es insalubre para el régimen, peligroso para las libertades y, desde luego, letal para las formaciones menores que, pudiendo impedir la fórmula, la impulsan y sostienen.

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