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Juan Tapia

Gobernando con la cruz a cuestas

Los 207 diputados , contra 134, reprobando a un ministro -hecho sin precedentes- indican el gran hartazgo frente a la corrupción

He escrito que Rajoy es un hombre con suerte. Pese a haber quedado lejos de la mayoría sobrevive no sólo por sus méritos -los aciertos en economía- sino por el BCE y, todavía más, por las carencias y divisiones de sus enemigos. Pero sobrevivir e intentar gobernar no es lo mismo que gobernar. Y algunos días parece un condenado con la cruz a cuestas. ¿Hombre con suerte y condenado a la misma vez?

Parece imposible, pero es verdad. Tras lograr aprobar hace semanas con el apoyo del PSOE -a cambio de un aumento del 8% del salario mínimo- algo tan esencial como el techo de gasto anual, ha logrado derrotar las enmiendas a la totalidad de los presupuestos por 175 a 175. Y parece que culminará el empeño sumando un diputado canario. Serán 176 a 175. Rajoy habrá sudado y dejado muchos pelos en la gatera pero tendrá presupuestos. Por esta parte tiene la gobernabilidad asegurada hasta el 2019 porque en el 2018 siempre puede recurrir a la prórroga presupuestaria. Y casi toda la oposición -PSOE, C´s y PNV- ha demostrado cierto grado de responsabilidad. Saben que con las cosas de comer es peligroso jugar.

Pero el martes el Congreso votó una moción del PSOE reprobando al ministro de Justicia, Rafael Catalá. Es la primera vez desde el 77 en la que se reprueba a un ministro. Y la causa es grave porque se le acusa de proteger a políticos del PP investigados por corrupción. Además, la reprobación se extiende al nuevo fiscal general del Estado, José Manuel Maza, y al más nuevo todavía fiscal anticorrupción, Manuel Moix. Y la oposición no fantasea. Es que hay una escandalosa conversación, grabada por orden judicial, entre Eduardo Zaplana (el de Valencia, el portavoz de Aznar, el acompañante de Rajoy en sus primeros años de oposición y luego refugiado en Telefónica) y el propio Ignacio González en la que se felicitan -antes de que se produjera- del próximo nombramiento de Moix para anticorrupción.

Con todo, quizás lo más grave no es ya la reprobación de Catalá -un ministro clave en el actual momento- sino el muy amplio apoyo a la reprobación: 207 votos contra 134. Una mayoría muy superior a la que tendrá -si todo va bien- la aprobación a los presupuestos, que será de 176 contra 175. Aritméticamente, si unimos las dos votaciones, podríamos decir que hay 207 diputados contra Rajoy y 176 a favor. Es lo que ha pasado pero la aritmética no vale porque sólo hay 350 diputados (no 373) y lo que pasa es que a la moción del PSOE se han sumado, además de Podemos, la antigua Convergència y ERC, grupos como C´s y el PNV que se han comprometido a aprobar los presupuestos.

Lo que indican las dos votaciones es que España está partida. Por una parte hay una mayoría raspada para aprobar los presupuestos. Por la otra hay una práctica unanimidad -con exclusión del PP- en censurar la actitud del Gobierno Rajoy ante la corrupción. España está partida entre un sí con reparos a no paralizar la marcha de la economía y un no irritado a los continuos escándalos de corrupción.

Es posible que los motivos del PP no sean sólo espurios. Algo no funciona bien cuando se filtran informes policiales -no avalados ni por los fiscales ni por el juez del caso- que acusan a Cristina Cifuentes, la presidenta de Madrid y una de las renovadoras del PP. Y es posible que en la fiscalía anticorrupción haya exceso de "justicieros" tras muchos años de silencio obediente (antes de que se creara esa fiscalía). Pero "reordenar" la justicia no lo puede hacer un gobierno en minoría sin el apoyo de la Cámara y basado sólo en las recomendaciones de Manuel Marchena, el poderoso presidente de la sala segunda del Supremo, que es al parecer la eminencia gris de los cambios.

Además, dos datos más indican que el pantano está lleno de barro pestilente. El primero es que Cristina Cifuentes -cuya imputación sería fatal para el PP- no cree que la filtración sea casual pero no atribuye la maldad a Podemos, o al PSOE, sino que apunta a "fuego amigo". El segundo es que el juez Velasco -el que envió a la cárcel a Ignacio González- dejará de instruir el caso porque ha sido ascendido -a petición propia- a la sala de apelaciones de la Audiencia Nacional. ¿Patada hacia arriba para que no moleste?

CUATRO MESES Y YA ES UN PATO COJO

Estados Unidos muchos presidentes tienen dos mandatos. La expresión "pato cojo" se aplica a un presidente en los últimos tiempos de su segundo mandato, cuando ya puede tomar pocas iniciativas y muchos altos cargos le abandonan en busca de una posición de más futuro. Donald Trump fue desde el principio un presidente polémico. Ahora, tras una sucesión increíble de errores, se empieza a hablar de un impeachment, como el que acabó con Richard Nixon. Y John McCain, senador y antiguo candidato republicano contra Obama en el 2008, ha dicho que los escándalos de Trump tienen aroma de Watergate, el espionaje al partido demócrata que acabó con Nixon.

Es difícil que el impeachment se abra paso si los demócratas no consiguen la mayoría en la Cámara de Representantes en las elecciones parciales del 2018, pero el desprestigio del presidente es ya fuerte. Así el editor-jefe de la agencia económica Blombergs titulaba su artículo: "Si América fuera una empresa, ¿mantendría usted este presidente ejecutivo?".

Y todo se ha acelerado tras extraña destitución del director del FBI, James Comey, y después de que Trump insinuara que se debía a que quería investigar los vínculos de su campaña con Rusia. Y esta semana la alarma se ha disparado. Primero Trump dio a conocer al ministro de Exteriores ruso una información reservada -facilitada por Israel- sobre el terrorismo islámico. La Casa Blanca negó los hechos pero luego dos tuits de Trump afirmaron que tenía todo el derecho a hacerlo. Luego el New York Times publicó que Comey había escrito unos "memos" de sus conversaciones con Trump y que el presidente le había sugerido la conveniencia de cerrar la investigación sobre Michel Flynn, su consejero de seguridad nacional que tuvo que dimitir por haber mentido sobre sus relaciones con la embajada rusa.

La irritación subió y el secretario adjunto de Justicia, Rod Roseinstein (el titular se inhibió por sospechas anteriores en el caso de Rusia) se ha visto forzado a designar un fiscal especial para investigar las conexiones de la campaña de Trump con Rusia. Un fiscal especial se nombra rara vez pero dispone de muchos medios y sus pesquisas pueden durar meses. Y el elegido, Robert Mueller, otro antiguo director del FBI, tiene fama de independencia.

Trump reaccionó con sorpresa y afirmó que era víctima de una salvaje caza de brujas como ningún otro presidente americano había tenido que soportar. La conclusión de los observadores más atentos es que Trump tendrá que convivir con el fiscal especial y con el fantasma de la conexión rusa y que ya podrá tomar pocas iniciativas relevantes. En los mercados se teme que sus proyectos de bajada de impuestos y de grandes inversiones en infraestructuras se desplomen como castillos de naipes y el mismo miércoles Wall Street sufrió la peor caída desde la elección de Trump. Y el índice del dólar frente a otras monedas, que había subido hasta 103 en enero, ha ido bajando y tuvo una fuerte caída, hasta 98, por debajo del nivel anterior a la elección de Trump en noviembre. El impeachment quizás tardará, o no llegará, pero cuidado porque un presidente megalómano que se encuentra atado de pies y manos es capaz de todo.

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