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Norberto Alcover

En aquel tiempo

Norberto Alcover

El verdadero problema

Tal y como suponía el anterior jueves, el señor Macron ha ganado las presidenciales francesas, en espera de las parlamentarias inmediatas. Pero la señora Le Pen se ha hecho nada menos que con el 35% de votos, llamándonos la atención que las grandes urbes sean macronianas y el campo francés y muchos de los suburbios hayan optado por el lepenismo mondo y lirondo. Un detalle que es tan relevante como el primero. Así pues, es de esperar que dentro de nada comprobemos hasta qué punto la victoria del líder de "En Marcha", es suficiente para llevar adelante su plan conjuntivo de liberalismo sistémico y de socialdemocracia económica. Las ambigüedades futuras pueden hacerle mucho daño a este vencedor tan a la kennediana, exbancario y exministro de un gobierno socialista. Llamativa personalidad para tan compleja tarea francesa. Seguiremos sus andanzas.

Pero lo que deseo enfatizar es precisamente ese 35% de franceses y francesas que han apoyado a la señora Le Pen. Esa mujer sin específico atractivo icónico y carente de toda oratoria llamativa, que sin embargo, ha descargado su eficacia en las propuestas mismas, en el contenido puro y duro de su discurso político, insistiendo en la retirada de Europa, en la mano dura con refugiados e inmigrantes, y con mano dura en su actitud frente a los privilegiados de las clases dominantes en la vida pública de una Francia partida, de hecho, en dos. Este es el dato que me provoca atención y una preocupación fundada: no basta con hablar de populismos y ultraderechismos, en absoluto. El problema es tomar buena nota de lo sucedido en Francia para sacar conclusiones fácticas en orden a plantear políticas que puedan atender a la situación de los votantes de la señora Le Pen y de otros líderes semejantes. Porque no estamos ante ciudadanos irredentos, para nada. Estamos ante personas con una cierta cultura política que están llegando a la conclusión de que los partidos/grupos anteriores no sirven para nada. Por ahí viene el atentado a la democracia y no por la misma naturaleza del FN. Hacer lo contrario es cegarse toda posibilidad de salida viable. Mientras haya personas malparadas por la política europea y de cada país en concreto de la UE, la señora Le Pen y sus líderes semejantes seguirán su avance imparable hacia el Elíseo, sin que nuestras quejas puedan evitarlo.

Y es que si Europa, nuestra Europa, persiste en confundir política y economía se autodestruirá. Porque, insistimos, es la economía social, la típica de toda socialdemocracia, la única necesaria. Ver peligrar la propia seguridad salarial y no contemplar un futuro familiar medianamente viable es mucho más peligroso que cualquier distancia ideológica tradicionalmente aceptada: piensen mis lectores/as en el hecho de que un partido en el gobierno, como el socialista francés, ocupa la cuarta posición tras las elecciones presidenciales. Un 8% irrelevante. Una debacle auténtica. Hollande barrido y sus sucesores también. Y para colmo, un outsider surgido de sus filas, casi un traidor, se sentará en la presidencia de la República, el sueño más emblemático de cualquier francés y francesa. Desde España, un ciudadano francés que dice que la fuerza sociopolítica en fundación, si se parece en algo en Europa, es a "Ciudadanos" en España. Y yo añado, a Kennedy en su momento. Un tipo cuyos pasos , gestos y palabras resultan del todo medidos, porque seguro que cuenta con un gabinete electoral a la norteamericana, y tiene in mente un gabinete sorprendente y preparado. Puede ser que se trate de colaboradores que necesita un país europeo como Francia, desde un punto de vista lógico, pero corre el riesgo de que no sea el que un montón de franceses y francesas esperan. En todo caso, la esperanza de unos corresponde a la desesperanza de otros, que son menos pero que alcanzan el 35% de los votantes. Vale la pena pensárselo muy despacio en el conjunto europeo.

Aquí están las consecuencias de aquella crisis que un montón de bancos produjeron en el mundo neocapitalista, y que han arruinado a tantas personas y familias que muy difícilmente se recuperarán del desastre. Hemos reflotado el mundo de tales bancos, por supuesto. ¿Hemos reflotado también y con el mismo entusiasmo el mundo de los perdedores del cataclismo que se nos vino encima? Seguramente no. Y por esta razón Le Pen aumenta aunque no venza, y las inmediatas parlamentarias francesas adquieren el carácter de "pulsómetro histórico" de la situación europea. Repito que los populismos no se solucionan con frases deslegitimadoras, sino con nuevas soluciones de política económica, en que el pueblo sencillo y trabajador se sienta reconocido y salvado. Contra el populismo, igualdad. Lo demás, sirve para nada.

P.S.: Mientras escribía este artículo, muchos estábamos descolocados por la muerte prematura e inesperada de Fra Tomeu Pont, sacerdote y franciscano, quien, al frente del colegio de su orden, en Palma, sembró unos árboles frondosos de bondad, de justicia y de humanidad, reconocidos cuando la celebración de su funeral. Pocas veces he contemplado tanta gente afectada de corazón. Pocas veces en un acto así, ha sobrevolado el templo la ausencia de un amigo, de una pérdida. Mientras muchos, en el camino de la homilía del superior Provincial franciscano, sentíamos la urgencia de una fe rotunda en la identificación con la resurrección de Jesucristo. Pero Tomeu, amigo y hermano, se ha ido de junto a nosotros en imagen. Queda esperar al reencuentro.

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