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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

Ciclistas y conductores

La disputada condición de víctima ha encontrado a su campeón universal: el ciclista. Sin embargo, en mis prospecciones sociológicas más recientes he comprobado que los ominosos todoterrenos incluyen aparatosos añadidos para portar bicicletas. Por tanto, nuestro genial titular de Ciclistas y conductores no se refiere al conflicto entre ambos colectivos de herbívoros y carnívoros, sino a la constatación de que la inmensa mayoría de ciclistas también son conductores. A menudo, pasan más tiempo al volante que al manillar.

El ciclista como autoproclamada víctima por excelencia, a quien deben someterse todos los ciudadanos y carreteras, exige medidas de contención que garanticen su seguridad. La pregunta brota sencilla pero espontánea. ¿Admiten los ciclistas con todoterreno incorporado que se limite la velocidad en las carreteras para atender a sus exigencias deportivas, o estas constricciones solo deben imperar cuando ellos viajan sobre dos ruedas pero no sobre cuatro? Por supuesto, cabe presumir que un ciclista exhibirá una sensibilidad singular cuando se sienta al volante, en aplicación de la misma ley que dictamina que no hay ningún médico que fume.

La condición de víctima garantiza a los ciclistas el incumplimiento ecológico del código de la circulación. Con mallas y casco, reclaman el derecho a explotar Mallorca como si no hubiera otro millón de habitantes. En cuanto regresan al cinturón de seguridad, maldicen el colapso que crea su afición virginal si se deja en manos ajenas. Tal vez porque el día viene pesimpista, la isla no da para tanta víctima, y algún día habrá que comenzar el recuento de culpables. A cambio, cabe agradecer a la canonización de los ciclistas que se haya ocultado la identidad del único ser absolutamente desprotegido en una vía pública. Se llama peatón, y su muerte a manos del tráfico rodado constituye apenas un incidente de información breve a pie de página. A continuación se le entierra con discreción, como si mereciera su destino por porfiar en su vicio. No pretenderá ser una víctima, el tío.

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